“Tener miedo es inevitable, superarlo, una decisión”
Julio de la Iglesia
Estamos en los albores del siglo xVI en plena transición al Re- nacimiento. Mientras el mundo se ensancha se experimenta una apertura “global” en múltiples sentidos: geográfico, cultural, filosó- fico, naval, científico, astronómico, diplomático, económico… La navegación ultramar está transformando el mundo y obliga a pen- sar bajo otros parámetros, rompiendo las alambradas del limitado pensamiento tardomedieval.
Aquellos conquistadores no solo debían lidiar con los peligros reales de la navegación, sino que debían enfrentarse a un mar de ignorancia y arraigada superstición. A pesar del miedo, se atrevieron a pensar “out of the box” y desafiar las leyendas milenarias donde se hablaba de la “zona perusta” de los Trópicos donde el agua her- vía (seguramente eran rompientes), islas magnéticas que atraían a los barcos y los hacían encallar —al igual que los hipnóticos cantos de sirena—, monstruos e inmensos remolinos que devoran naves, indígenas que bajo el sol del ecuador se queman hasta volverse ne- gros… Se sabía que la tierra era redonda, pero veían muy complica- do a priori retornar “cuesta arriba” con el barco (dada la redondez) o mantenerse cabeza abajo en el hemisferio sur… Todos estos miedos atávicos, que hoy nos causan risa, entonces eran creencias plena- mente arraigadas capaces de hacer embarrancar los proyectos por la poderosa ancla del miedo.
La cuestión acerca de si la Tierra era o no redonda no proce- de planteársela a estas alturas. Los hombres de cierto nivel cultural estaban ya convencidos de que era redonda (aunque aún hoy, qui- nientos años después, quede algún futbolista que defiende el terra- planismo…). La esfericidad no se discutía, Dios creó el universo con formas puras, la circunnavegación de Elcano solo lo constató. En cambio, las ideas de Copérnico y su heliocentrismo tardarían toda- vía algunos años en llegar, entonces el universo seguía la tradición ptolomeica con la Tierra en el centro y rodeada de la Luna, el Sol, los planetas y estrellas “visibles”.
Sin embargo, no se conocía el tamaño real del mundo. Con el des- cubrimiento de América, dimensionarlo se convirtió en el objetivo y motivo de debate.
Poco a poco la razón y el pensamiento objetivo se imponen a la superchería, se va perfilando la idea de que hay algo más allá de ese Mar Tenebroso o Mare Magnum (como se conocía al Atlántico). A veces las olas arrojan a las playas maderas extrañas que parecen provenir del otro lado del mundo.
Aventurarse en el “mare incognitum” sin más ayuda que la aguja de marear, el cuadrante y la orientación de la Estrella Polar y avanzar a ciegas hacia el “Non Plus Ultra” (nada más allá) fue un acto de fe que supuso el triunfo del valor y la sed de conocimientos del nuevo hombre del Renacimiento. A medida que se va explorando el mun- do, comienza la “enmienda cartografíca” (de ratificar o rectificar los litorales), se van curvando los bordes del mapa y van desaparecien- do gradualmente las bestias marinas.
Los pilotos son gente ruda, forjados en mil tormentas, analfabetos en su mayoría que han seguido la inercia de la tradición marinera familiar, aprendiendo el oficio desde niños, entre salitre y sudor. Se resisten a usar las novedades técnicas que iban llegando… Su GPS era la cúpula celeste.
“Pedimos y suplicamos a vuestras mercedes nos dejen en nuestra costumbre y que usemos de lo que sabemos y alcanzamos, y hallamos cierto y seguro, y no innoven en cosa alguna”.
(La cita en P. E. Pérez Mallaína, “Los libros de náutica españoles y la enseñanza del arte de navegar entre los hombres de mar del siglo XVI”, en “Visiones, propaganda y repercusiones del Descubrimiento de América”, ed. David González, (Madrid: Silex, 2016), p. 351).
No obstante, hubo una clara excepción: Andrés de San Martín. Hombre formado y ambicioso, miembro de esa realeza de marinos que conformaban el colectivo de los pilotos de su majestad. Fue alumno de Américo Vespucio. Tras unos años en la Casa de la Con- tratación (primero como “becario” y protegido de otros altos funcio- narios) entrar al servicio de la Corona como piloto real lo considera un cierto premio de consolación. Andrés apunta más alto: ansía ser piloto mayor. Acabará sustituyendo extraoficialmente a Ruy Faleiro como cosmógrafo en la armada.
Al final, como en toda empresa, el secreto está en afrontar los objeti- vos con determinación y actuar, a pesar del vértigo de la incertidum- bre. ¡Que la motivación sea más grande que tus miedos!
*Octavo capítulo del libro Un empresa redonda: El viaje de Magallanes y Elcano que cambió el mundo’ escrito por Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers.
Raquel Sánchez Armán y Jesús Ripoll, fundadores de la agencia de motivación y formación Helpers Speakers (apasionados de la historia, la navegación, el management y el desarrollo personal), reinterpretan la epopeya de la primera vuelta al mundo desde la perspectiva del management actual. En este libro podremos aprender de los aciertos —y de los errores— de aquellos hombres de hace 500 años, a través de la lección de liderazgo histórico que nos brindan. Embárcate junto a ellos en esta apasionante aventura.
Puedes adquirir el libro en Amazon o a través de Helpers Speakers, donde podrás personalizar el ejemplar para tus trabajadores.