“Sigue siempre tus pasiones, nunca te preguntes si es realista o no”
Deepak Chopra
El timing de la carrera conquistadora del siglo xVI produce vértigo. En cincuenta años se descubrió, conquistó y pobló un territorio que era veinte veces más grande que la Península Ibérica. Encontramos un continente y dos océanos. Colón llega accidentalmente (o resultado de la serendipia) a América en 1492 (de hecho, murió sin saber que había descubierto un nuevo continente), Bartolomé Díaz de las Casas llega al cabo de las Tormentas y abre la ruta desde África hacia Indias (que concluye Vasco de Gama en 1498 coronado el hito de alcanzar Calicut, India), y en 1522 Elcano culmina la vuelta al mundo. Portugal bajó por el sur (bordeando África) y los castellanos explorarían hacia el oeste.
La primera circunnavegación fue un desafío sin precedentes, un combate a muerte con el mar, que no tenía piedad. Para ponerlo en perspectiva: la aventura de Colón fue solo de treinta y tres días y, des- de un punto de vista técnico, fue relativamente fácil surcando un solo océano, manteniendo un derrotero constante y empujado por el mismo viento, el alisio. Colón no llegó a la India y Magallanes no llegó vivo a las Molucas. Elcano consiguió como “efecto colateral” de su intención de llegar a las islas de las Especias otro aún mayor: circunnavegar por primera vez el planeta, demostrando de manera empírica que la tierra es redonda (nadie con cultura dudaba de esto, fue solo la constatación). Los venecianos y los genoveses se habían hecho con el monopolio de las especias siglos atrás, pero la pandemia de la peste negra, las guerras constantes que hieren a Europa y el colapso de la ruta por tierra, traen el empoderamiento de dos nuevos actores al mercado: Portugal y España. La Península Ibérica se convirtió en la abeja rei- na, el epicentro del capitalismo.
Cuando una puerta se cierra otra se abre: con la caída de Cons- tantinopla, operar en el Mediterráneo se volvió muy complicado, afortunadamente la ruta del Atlántico daba viabilidad a Europa para continuar el lucrativo comercio de las especias. El problema es que los castellanos lo tenían vetado por el Tratado de Alcaçobas.
Las relaciones de Castilla con la Corona portuguesa eran diplomáti- cas, pero tan tensas como caminar por “un campo de minas”. Aunque lazos familiares unían a ambas, los intereses comerciales impusieron esa fría cordialidad entre las dos grandes potencias mundiales.
Resulta paradójico cómo Portugal sigue intentando hoy en día rei- vindicar la hazaña de la circunnavegación, muchas veces ante la indolencia de España, llegando a reclamar la autoría ante la ONU.
Portugal ha cometido dos grandes errores en su historia: Colón y Magallanes.
Colón buscó en la corte portuguesa el patrocinio de su empresa en dos ocasiones: la primera en 1482 y la segunda en 1484. Propuso la bús- queda de una ruta occidental a las Indias, Catay y Cipango, pero el rey Juan II rechazó su proyecto. Enrique el Navegante replicaría el error con Magallanes. Ambos navegantes se ven obligados a buscar apoyo en la Corona de Castilla ante la negativa de su país a patrocinar sus proyectos. Desde el primer momento que Portugal es consciente de la grave amenaza que supone la flota de las Molucas para sus intereses, co- mienza el acoso y la persecución sin tregua hacia Magallanes. Él jamás se planteó la vuelta al mundo y, en cualquier caso, debía lealtad a la
Corona española, que era quien sufragó el proyecto.
No fue una victoria para España ni para Portugal sino para la Humanidad.
Dicen que no hay enemigo pequeño, pues lo mismo ocurre con la competencia. ¡No minusvalores a ninguno de ellos! España y Portugal no se conformaron con ser actores de reparto. Recadito para Venecia y Génova (y empresas preconstitucionales en general y familiares en particular): si algo te está funcionando ahora no pienses que va a seguir siendo siempre así.
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