La Audiencia de Palma ha condenado a dos años de prisión a un empresario, propietario de un negocio del sector servicios, llamado Bartolomé C.R., por agredir sexualmente a una empleada que sufre una profunda minusvalía. Este acusado ya fue condenado por un juzgado de lo Penal, sanción que ahora ha sido ratificada por la Audiencia.
Los hechos ocurrieron en julio de 2004. La sentencia explica que la empleada sufre una minusvalía del 41 por ciento, que no afecta a sus facultades psíquicas. El empresario aprovechó que se encontraba a solas con su empleada en la oficina para realizarle algunos comentarios de contenido sexual. Después comenzó a tocarle las piernas, al tiempo que le mostraba en el ordenador escenas pornográficas de una pareja. La mujer se sintió incómoda. Le dijo a su jefe que ella estaba allí para trabajar. Se levantó y se fue hacia la pared. El acusado fue detrás de ella. La arrinconó junto a una esquina. Con una de sus manos agarró a la mujer, al tiempo que le decía que no gritara.
Después le bajó la cremallera del vestido. La mujer le pidió que la dejara. Cuando la cremallera se encontraba bajada a la altura de la cintura el empresario aprovechó para dejar al descubierto el pecho izquierdo de la víctima. Le propuso mantener relaciones sexuales. Sin embargo, en ese preciso momento un desconocido llamó a la puerta de la oficina. El agresor se vio obligado a detenerse. La mujer se volvió a sentar en su mesa. Cuando se marchó ya no volvió más. La mujer no denunció los hechos hasta el mes de septiembre.
Contactó con su tutor laboral, que se encargaba de encontrar trabajo para los minusválidos. Este tutor acudió a la oficina y le pidió explicaciones al empresario. En su presencia llamó por teléfono a la víctima y le comunicó el interés que tenía la empresa por contratarla de nuevo. La llamó para que acudiera esa tarde a firmar el contrato. La mujer llamó por teléfono a su tutor. Muy nerviosa le dijo que había quedado con el acusado para esa misma tarde. Pese a que necesitaba el dinero no pensaba ir a trabajar. Esa tarde el acusado intentó varias veces hablar por teléfono con la mujer, pero no lo consiguió.
La víctima contactó con el Institut de la Dona. Estaba muy alterada. Se avisó a la Policía Local. Los agentes fueron a su casa. Encontraron a la mujer bajo una gran crisis de ansiedad. Estaba asustada, lloraba y se refugiaba entre los muebles. La joven no pudo presentar la denuncia hasta tres días después porque no estaba en condiciones de hablar.
La sentencia detalla que la mujer ha sufrido un profundo trastorno postraumático crónico. Tuvo que estar ingresada en la clínica al padecer una profunda depresión.
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