Septiembre es el mes de inicio del curso laboral y para muchos jóvenes profesional. Sin embargo, desde Coaching Club se ha observado en los últimos años una tendencia al alza que resulta un grave problema para los jóvenes: la demora en la incorporación al mercado laboral de los jóvenes una vez concluida su formación y cómo, debido a estas dificultades, se sumergen en el círculo vicioso de los «mil cursos» o masters para ampliar currículum y poder competir con garantías ante una oferta limitada. Debemos tener en cuenta que solo el 15% de los jóvenes españoles encuentran trabajo nada más acabar su formación académica.
Verónica Rodríguez Orellana, directora de Coaching Club, explica que «Con una tasa de desempleo juvenil en torno al 50%, la competencia y la autoexigencia se elevan a niveles inusitados, empujando a los jóvenes a engancharse a realizar masters, expertos, cursos, talleres, etc en una espiral que no parece tener fin, permeando en ellos la sensación, devenida en síndrome, de que toda formación resultará insuficiente.
Además de estos escollos debidos a tan alto nivel de exigencia, la irrupción de la tecnología conlleva un boom en la oferta de personal asalariado diversificando las posibilidades y las opciones de cada candidato, lo que provoca que las empresas sofistiquen los procedimientos de selección planteando a los aspirantes retos intelectuales y de aptitud que se alejan de los convencionalmente utilizados y que se adaptan a las específicas necesidades de la empresa, lo que ocasiona una notable desorientación entre los postulantes.
Las habilidades tecnológicas requeridas por las empresas evolucionan a mayor velocidad que la preparación que facilitan los centros educativos, por lo que el hecho de contar con una importante titulación no resulta sinónimo de estar a la altura de los requerimientos del mercado.
Esta es, precisamente, la cruel paradoja que se vive hoy en día: los currículums académicos, cada vez más densos y acreditados, no se adaptan a las demandas más simples de unas empresas que exigen y anteponen unas habilidades de gestión emocional que los centros de educación no proveen, así como también una adaptación casi en tiempo real a las innovaciones del mercado. Pongamos, por ejemplo, el caso de las empresas de arquitectura, en las que los candidatos deben ser autodidactas para adaptarse a la continua aparición de nuevo software en el sector.
Esta brecha abierta entre los antiguos procedimientos de acceso al mercado laboral y los nuevos requerimientos, sumada a la desesperanza que supone la ominosa tasa de desempleo juvenil (46,48% de paro en menores de 25 años, según el último dato EPA del segundo trimestre) hacen que el pesimismo y la idea de emigración en busca de mejores oportunidades aparezcan en cada sesión de coaching que desarrollamos con jóvenes en nuestro centro.
Con semejantes cifras, pareciera un contrasentido y una broma casi macabra enunciar el viejo adagio de que los jóvenes son el futuro y los preocupantes datos nos tendrían que poner en la senda de plantear soluciones de choque y no recurrir a tópicos manidos.
Nuestra primera conclusión, como inicio sólido para combatir esta lacra, es que los hijos precisan la solidaridad y el apoyo más decidido de los padres para evitar que sea la emigración la que, precisamente, haga disminuir la tasa de paro por la vía traumática de reducir población activa.
4 consejos prácticos
– Entrenamiento en la gestión emocional de las entrevistas de trabajo
– Desarrollar la capacidad auto-didacta que proporcionan las nuevas tecnologías
– Dejar de obsesionarse con que ningún saber que posees es suficiente
– Separar: lo que sí puedes controlar como es tu nivel formativo y tus habilidades personales de las cifras del paro, que hablan de políticas socio económicas que te exceden y no dependen de tí.
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