España es el cuarto país del mundo en número y capacidad de espacios de coworking, solo por detrás de los Estados Unidos, India y el Reino Unido. En el Estado hay un total de 1.400, mientras que en Cataluña la cifra oscila entre los 450 y los 500. Los motivos por los que este tipo de negocio tiene éxito en España son diversos, según explica Carles Méndez, investigador de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). «Por un lado, están el clima y el estilo de vida mediterráneo, que son una atracción para profesionales que buscan una alta calidad de vida. Y por otro, el polo de atracción de empresas tecnológicas que son ciudades como Barcelona (que aglutina un 80 % del total de estos espacios en Cataluña) o Madrid, que también tienen un gran atractivo turístico», detalla.
Además de Barcelona y Madrid, las provincias con más densidad de espacios de coworking son Valencia, Málaga, Castellón y Granada, es decir, las demarcaciones con las ciudades más importantes de España en cuanto a la industria creativa y tecnológica. Así lo recoge la investigación The Geography of New Working Spaces and the Impact on the Periphery, que Méndez está haciendo a escala europea junto con otros investigadores internacionales y de la que saldrá el libro Evolution of New Working Spaces, que Springer publicará en acceso abierto en abril de 2024.
¿Qué cambios ha experimentado este sector de negocio con la pandemia? ¿Han cambiado las zonas donde estaban instalados estos tipos de oficinas? Como ha pasado en prácticamente todos los sectores, la pandemia también ha incidido en el coworking. Uno de los cambios más significativos ha sido el crecimiento de lo que se conoce como coworking corporativo urbano, que describe el hecho de que muchas empresas, sobre todo las instaladas en grandes ciudades como Barcelona, Madrid, Málaga o Valencia, han optado por cambiar las sedes fijas por alquileres de espacios de coworking.
Los beneficios de este salto son diversos: «Esto les permite adaptar el espacio operativo de un mes para otro y reducir costes de oficina como los gastos de suministros o alquiler, además de adaptarse a las necesidades de sus empleados», concreta el investigador. A la vez, también es una opción atractiva para los empleados que no se sienten cómodos haciendo siempre teletrabajo.
«Es un subsector que crece de manera exponencial, y las pequeñas y medianas empresas lo empiezan a ver como una gran oportunidad», insiste Méndez, investigador del grupo i2TIC de la UOC.
La otra gran consecuencia de la pandemia y del consiguiente incremento del teletrabajo ha sido la proliferación de estos espacios también fuera de las grandes ciudades. La demanda ha crecido tanto en las áreas de la corona metropolitana (Sant Cugat del Vallès, Sabadell o Terrassa) como en las zonas rurales, especifica el experto. «De hecho, en zonas despobladas está ganando interés, puesto que muchas personas se quieren alejar de las ciudades congestionadas en busca de calidad de vida y de espacios más económicos».
Pero también dentro de las mismas instalaciones ha habido cambios. «Muchos espacios de coworking ofrecen más flexibilidad y seguridad, con zonas más grandes para permitir el distanciamiento social, aumentar las medidas de higiene y proporcionar opciones de teletrabajo». En una primera fase de la pandemia, cuando no se permitía ir físicamente a los puestos de trabajo, el sector empezó a ofrecer paquetes de servicios en línea, como suscripciones a servicios empresariales, recepción de mercancías o cursos de formación a distancia, entre otros.
En cuanto al perfil de los usuarios, según la investigación, ha habido un crecimiento de la demanda por parte de las nuevas generaciones, como los mileniales y la generación Z. Estas generaciones se caracterizan por incluir a profesionales con formación universitaria que trabajan principalmente dentro de industrias creativas, como el desarrollo web, el diseño gráfico y la programación, o los nuevos medios. También se ha incrementado el número de profesionales independientes y autónomos. «Valoran la flexibilidad y la colaboración», concluye el investigador.