La gran pregunta que se hacen tanto las empresas como los trabajadores, cuando se va a abordar una nueva formación en una empresa, es ¿quién debe asumir su coste? ¿Debe ser el trabajador el que se encargue de buscar cursos y pagarlos para mejorar como profesional? ¿Debe ser el negocio el que le facilite todo eso para poder contar entre sus filas con un trabajador más apto y más beneficioso para la empresa?
Lo cierto es que no hay una respuesta clara a esta pregunta. Todo depende, principalmente, del tipo de formación del que se trata y de qué cometido tiene. Es posible que un trabajador quiera formarse por su cuenta en alguna disciplina alejada a sus labores, pero también es posible que la empresa necesite que se forme en algo para adaptarse a nuevas metodologías o herramientas de trabajo.
La formación de los empleados, una obligación para las empresas
El factor principal que inclina la balanza hacia un lado o hacia otro es el cometido de la formación. Hay muchos sectores en los que los negocios tienen que modernizarse o avanzar cada poco tiempo, implantando nuevos sistemas, utilizando nuevas herramientas o incluso adentrándose en nuevos países.
En todos esos casos, los trabajadores podrían necesitar aprender a manejar nuevas herramientas, adquirir nuevas rutinas de trabajo o incluso estudiar idiomas. Aquí, es la empresa la que debe facilitar esa formación, costeando los cursos que se tengan que llevar a cabo. Sin embargo, no siempre está obligada a ello.
En el caso de la formación in company, los negocios están obligados a formar a sus empleados, pero no a pagar su formación. Es un matiz pequeño, pero importante. Es el que hace que muchos tengan que acudir a equipos como ESUE para facilitar esa formación dentro de la empresa en los campos que sea necesario.
Y es que, si dicha formación solo tiene sentido para las labores que se llevan a cabo en ese negocio, entonces sí es obligatorio que este costee dicha preparación. En el caso de que esas nuevas aptitudes puedan aplicarse a la hora de trabajar en otra empresa o incluso en otro sector, no hay obligación de ello.
Luego, claro está, existen las formaciones externas. Es posible que un empleado quiera aprender inglés, no por necesidad del negocio, sino por ampliar su currículum, o desenvolverse mejor en el trabajo. En estas circunstancias, todo recae directamente sobre sus hombros, dado que no es una necesidad real que surja en el contexto de la empresa.
No hay unas líneas claras sobre la asunción de costes de la formación de los trabajadores. Afortunadamente, la mayoría de empresas, tanto grandes como pequeñas, saben lo importante que es contar con profesionales aptos y capacitados para llevar a cabo sus tareas habituales. Saben que invertir en formación es invertir en una plantilla mucho más satisfecha y con mucho más potencial para elevar el negocio a donde merece estar.
De hecho, hay empresas que cuentan con departamentos de recursos humanos que suelen facilitar acceso a formaciones gratuitas para los trabajadores. Son una prueba clara de lo importante que es este elemento.