Mientras que las Fintech continúan demostrando con el paso del tiempo la fuerza de su propuesta de valor y los bancos reafirman la importancia de su papel como intermediarios entre todos los actores que forman parte de este mercado, la idea de que hay una confrontación entre ambos mundos se queda hoy en día más obsoleta que nunca. Pese a que en un primer momento el Fintech fue considerado por muchos como un fenómeno que llegaba para hacer la competencia al sector bancario tradicional a través de servicios totalmente novedosos y disruptivos, la realidad es que la digitalización de los procesos propició la entrada en el mercado de este tipo de start ups.
Y es que el término conocido comúnmente como Fintegration, consistente en la integración de los proveedores de servicios Fintech en el sistema bancario y financiero, ya existente desde hace unos años, está impulsada por fuertes decisiones europeas relacionadas con la regulación de pagos (DSP2), haciendo necesarios los intercambios entre ambas partes. La colaboración entre ambos sectores tiene como finalidad crear nuevos e innovadores productos que mejoren la experiencia del usuario y saquen provecho de ambas partes, de tal forma que las Fintech tendrán que enfrentarse a desafíos importantes como el de garantizar la seguridad de los datos mientras que los bancos tendrán que adaptarse a la digitalización de los procesos.
Teniendo en cuenta que este fenómeno no es del todo nuevo y ya lleva unos años produciéndose, la pregunta que se plantea durante este 2017 no es por tanto si los bancos y las Fintech deberían colaborar o no, sino más bien CÓMO se debería hacer para evitar sus debilidad y aprovechar los puntos fuertes de ambos sectores. Mientras que los servicios desarrollados por las Fintech, su capacidad de moverse y adaptarse rápido a los cambios y la posibilidad de innovación que ofrecen son claves, en el caso de los bancos la estabilidad que proporcionan a la industria financiera, su reputación y la extensa base de datos de clientes que aportan juegan un papel fundamental para que su relación sea un éxito.
El ejemplo más concreto de esta colaboración se podría resumir en tres letras: API, o lo que es lo mismo Interfaz de Programación de Aplicaciones (Application Programming Interface), un protocolo tecnológico que permite la comunicación entre diferentes sistemas de información, y en nuestro caso los de los bancos y las fintech permitiendo a estos primeros ofrecer a sus clientes los servicios desarrollados por estos últimos.
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