Se estima que más de la mitad de las startups fracasan en nuestro país y, de éstas, cerca del 30% lo hacen por no encontrar financiación. Desde Ad&Law, firma especializada en asesorar a startups, señalan que “algunos emprendedores intentan conseguir financiación a toda costa y suelen contactar con inversores que no encajan ni con su proyecto ni con el perfil necesario para desarrollar la empresa, lo que conlleva una terrible pérdida de tiempo para la startup y puede llevar a su desaparición”.
Desde la firma recomiendan que “al empezar un proyecto se recurra a los pequeños inversores entre los que se encuentra las conocidas 3F “Family, Friends and Fools”, gente del entorno de los emprendedores que invierten pequeñas cantidades iniciales en la empresa. La ventaja principal es que los intereses serán casi nulos y tendrán el capital suficiente para desarrollar la idea de negocio y llegar a la prueba de concepto. Además, “nadie va a invertir en tu empresa si tú no lo has hecho antes o al menos has convencido a tu gente más cercana para que lo haga”, señalan desde Ad&Law.
Otra opción para reforzar el capital inicial es recurrir al equity crowdfunding, plataformas de economía colaborativa en las que las startups exponen sus proyectos y los pequeños inversores, normalmente liderados por un inversor de referencia o “Lead Investor”, eligen en cuál de ellas quieren depositar su capital. Uno de los problemas de este sistema es que “los inversores prefieren invertir en las startups más seguras, por lo que hay que vender correctamente el proyecto”, señalan desde la firma. Además, al encontrarse en una fase prematura, se corre el riesgo de que la idea sea copiada por otras personas o empresas con capital suficiente para desarrollar rápidamente la idea. Aunque si registras la idea y sabes venderla bien obtendrás un capital inicial adecuado para continuar el proyecto.
A través de los Business Angels, se puede lograr habitualmente una inversión media de 50.000€. Normalmente, se trata de personas que invierten su propio patrimonio en empresas innovadoras en fases iniciales y aunque la mayoría invierte por pasión, persiguen rentabilizar sus participaciones. De hecho, la mayoría espera obtener beneficios de, al menos, el 30% sobre el capital invertido.
Las aceleradoras deben ser tenidas en cuenta una vez el proyecto esté asentado ya que permiten obtener más capital, hasta 200.000 euros, y perfeccionar el modelo de negocio, normalmente a través de servicios de asesoramiento y formación. Pero también tienen sus inconvenientes ya que antes de acceder a una aceleradora, el emprendedor debe asegurarse de que el programa tiene sentido con el proyecto que quiere desarrollar para no perder tiempo ni dinero. Adicionalmente, las aceleradoras suelen obligar a la firma de contratos muy estrictos con cláusulas complejas que deben ser también valoradas adecuadamente.
Los emprendedores también pueden obtener capital de instrumentos públicos como los fondos Enisa, CDTI y otros organismos regionales, que además de no aparecer en la CIRBE, el registro público de referencia para los bancos y entidades de crédito, permiten que éstos mantengan el control de la empresa y las participaciones accionariales. Por contra, estos préstamos suelen exigir cierto grado de coinversión y nivel de actividad, además de que los plazos de concesión suelen ser muy amplios. Las sociedades de garantía recíproca como Avalmadrid o Iberaval mejoran estos plazos, pero exigen avales personales.
Los inversores profesionales permiten a las startups crecer y expandirse ya que gestionan habitualmente millones de euros, por lo que sólo se debe recurrir a ellos cuando el proyecto esté desarrollado y haya tenido relativo éxito. En estos casos, los emprendedores pueden buscar apoyo en las Family Office, empresas con un equipo de gestores que invierten el patrimonio de ciertos particulares y familias. No obstante, estos inversores sólo destinan el 10% del capital a inversiones de riesgo, por lo que es complicado conseguir su apoyo. Además, se trata de préstamos con muchos requisitos, exigen grandes rentabilidades por sus participaciones y establecen altos mecanismos de control y supervisión, lo que supone menos independencia para la startup, algo a tener en cuenta antes de solicitar este tipo de inversión.
Otros inversores profesionales en fases avanzadas son los fondos de Venture Capital. Estas empresas dedicadas al capital riesgo inyectan grandes sumas de capital a las startups pero imponen muchas condiciones. Por un lado, exigen presencia en el consejo de administración y en la toma de decisiones estratégicas de la empresa. Y además, demandan una rentabilidad mínima del 30% del capital invertido y reclaman altos resultados a corto y a medio plazo ya que su permanencia es corta y temporal, con el objetivo de vender sus participaciones a otro fondo o empresa. Muchas grandes empresas están creando también fondos a través de los que invertir en startups. Su principal ventaja en principio es que pueden aportar negocio, pero evidentemente la startup pasará a formar parte ya de un gran grupo por lo que su independencia en el mercado pasará a ser mucho más reducida.
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