El 47% de las empresas españolas creen que los cambios políticos no tendrán un efecto significativo sobre la economía española y un 68% no prevé que afecten a su crecimiento empresarial, mientras que un 21% piensa que estos factores sí pueden afectar negativamente al crecimiento de sus negocios, según una encuesta realizada por Grant Thornton dentro de su International Business Report.
Al preguntarle a las empresas por un posible efecto de eventuales cambios políticos en la evolución de la economía el porcentaje aumenta al 35%, mientras que un 18% y un 11% creen que el cambio podría tener efectos positivos en la economía nacional y en los propios negocios, respectivamente.
El índice de confianza empresarial en España alcanzó en el segundo trimestre de 2015 los 62 puntos positivos y marcó un nuevo máximo histórico desde que España se incorporó al estudio en 2003. En concreto, este dato ha situado a los empresarios españoles en el noveno puesto del ranking de optimismo de las 35 economías de todo el mundo que participan en el estudio.
En porcentajes, un 68% de los directivos españoles se declara optimista sobre el futuro económico del país, frente a un 6% que se muestra pesimista. El resto, un 26%, mantiene su incertidumbre. Asimismo, la confianza de la economía española se traduce en unas buenas previsiones de crecimiento empresarial. De hecho, el balance de las perspectivas de facturación ha alcanzado un máximo de 64 puntos.
Ante estas perspectivas de crecimiento, el 34% de los directivos españoles encuestados cree que tendrá que ampliar su plantilla en los próximos 12 meses, mientras que sólo un 5% prevé despidos. Además, la mayoría, un 61%, espera mantener sus niveles de empleo actuales. Sin embargo, en el estudio se refleja que una mejoría de las previsiones empresariales no se trasladará, por el momento, a los salarios.
El economista jefe de Grant Thornton y asesor del fondo Alinea Global, Álvaro Sanmartín, estos resultados muestran una paradójica disociación entre economía y política y ha afirmado que factores como el desenlace final del «laberinto griego» podrían reactivar en los próximos meses los temores empresariales ante determinadas políticas.
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