La situación de la mujer en la investigación matemática ha avanzado en los últimos años pero todavía persisten problemas de fondo que frenan sus posibilidades reales de progresar. A los barreras para conciliar la vida profesional y académica se añade una tendencia a que a las mujeres se les exija más, obtengan un menor reconocimiento y sean víctimas de estereotipos y sesgos, tal y como destacó la investigadora Elisa Lorenzo, Maitre de conferences de la Universidad de Rennes, en la mesa redonda sobre “Mujeres y Matemáticas” organizada en el marco del IV Congreso de Jóvenes Investigadores que la Real Sociedad Matemática Española celebra en la Facultat de Matemàtiques de la Universitat de València del 4 al 8 de septiembre.
Como otras investigadoras, Elisa ha sufrido discriminación en su trabajo, hasta el punto de que “tengo que estar probando constantemente que valgo para lo que hago. Mi pareja trabaja en el mismo departamento que yo y, en las conferencias, sistemáticamente la gente piensa que sólo soy su novia, y más de uno ha insinuado que mi puesto lo tengo gracias a él y no porque me lo merezca”, lamenta. Y añade que “no es justo que a los jóvenes investigadores se les haga muchas veces elegir entre su vida profesional y su vida académica”, algo que además afecta con más frecuencia a mujeres que a hombres.
En la misma línea, María Cumplido, también de la Universidad de Rennes, destaca que existen “discriminaciones sutiles” que reducen las oportunidades de las mujeres y critica que en ocasiones se llegue a fomentar la competitividad entre las propias investigadoras. Por su parte, Mar González, de la Universidad Autónoma de Madrid, habló de falta de apoyo institucional y problemas de flexibilidad y estabilidad que complican la maternidad, a diferencia de las facilidades que se ofrecen en otros países.
Son muchas las jóvenes investigadoras que comparten estas opiniones. Soledad Fernández, de la Universidad de Sevilla, también se lamenta de que los problemas que afectan a los jóvenes investigadores “desaniman más a las mujeres”, ya que “la posibilidad real de conseguir un contrato estable que te permita compaginar la vida familiar y profesional es prácticamente inexistente y eso no hace más que acentuar esa desigualdad en el mundo de la investigación”.
Carmen Rodrigo, de la Universidad de Zaragoza, pone el acento en el hecho de que “cuanto más avanzas en los escalafones académicos, el denominado efecto tijera, menos mujeres encuentras”, lo que atribuye especialmente a las circunstancias familiares y sociales a las que se enfrentan. “Hay que renunciar a muchas cosas y realizar sacrificios personales para conseguir una plaza permanente en la universidad”, subraya.
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