El Centro de Estudios del Coaching (CEC), la escuela de formación en coaching y liderazgo, nos propone una serie de reflexiones para reformular nuestra vida laboral. “Cuando cambiamos nuestro lenguaje, modificamos nuestro pensamiento y también nuestras acciones”. señalan Miriam Ortiz de Zárate y José Manuel Sánchez, socios directores de la organización.
Estas reflexiones son fruto de las llamadas distinciones, una de las herramientas más potentes del coaching, que Miriam Ortiz de Zárate recopiló y plasmó en el best seller “No es lo mismo”, publicado en 2010.
Cambiando el chip para trabajar mejor
- No lo intentes, ¡hazlo! Hay una importante diferencia de matiz entre “voy a hacer este proyecto” y “voy a intentar hacer este proyecto”. La palabra “intentar” lleva implícito un compromiso a medio gas y supone una especie de puerta de escape por la que huir al primer contratiempo. Para aquellos proyectos con alguna dificultad añadida, el intentarlo se nos puede quedar pequeño. Vamos a necesitar la determinación y la energía para transformar los meros intentos en acciones muy reales.
- Sé responsable, no víctima. Cuando se adopta la perspectiva de víctima tanto el problema como sus soluciones son ajenos a nosotros y descansan en un tercero: ¡el culpable! Lo mejor que podemos hacer por nosotros mismos es abandonar nuestro rol de víctimas e identificar nuestra parte de responsabilidad, aunque ésta sea mínima, en esa situación tan desagradable que estamos viviendo. Este cambio de foco nos hará sentir menos impotentes y mucho más capaces a la hora de afrontar cualquier situación.
- Mejor pedir ayuda que manipular. Pedir ayuda no siempre es fácil, nos enfrenta a una incómoda sensación de vulnerabilidad en la que mostramos una debilidad. Pero reclamar ayuda no solo es sano, sino que en muchas ocasiones es necesario para que los proyectos prosperen y los equipos evolucionen. Favorece las relaciones laborales y las hacen crecer. Y es que cuando pedimos ayuda estamos reconociendo implícitamente los recursos del otro y poniendo nuestras necesidades sobre la mesa de un modo transparente y claro. Justo lo contrario de manipular.
- Hacer… pero sobre todo ser. La sociedad tiende a valorarnos más por lo que hacemos que por lo que realmente somos. Vivimos en una vorágine de movimiento continuo en la que parar parece estar penalizado. Pero tener un autoconocimiento sólido y ser genuino son elementos transversales que aportarán coherencia, solvencia y valor diferencial a cada una de nuestras acciones en el trabajo. Y ese estatus solo se alcanza sabiendo bien quiénes somos y comportándonos de acuerdo a ello, es decir, siendo nosotros mismos.
- La pasión llega a donde no llega el sacrificio. Somos de la cultura del esfuerzo, parece que las grandes cosas solo se consiguen a base de sangre, sudor y lágrimas. Pero afortunadamente la realidad es mucho más amable que todo eso. Cuando hacemos las cosas con pasión somos capaces de esforzarnos más y de renunciar a mucho, por lo que el resultado será mejor y el camino mucho más agradable. Disfrutar con lo que hacemos es la diferencia entre trabajar con arreglo a nuestros límites o directamente pulverizarlos.
- Cambiando el sueño por la visión. Todos soñamos, tanto en el trabajo como en nuestro ámbito personal. Pero algunos además ponen en marcha acciones para hacer realidad sus fantasías, en cuyo caso ya no estamos ante un mero sueño, sino ante una visión. Cuando nos ponemos manos a la obra estamos un poco más cerca de lo que realmente deseamos y nos quitamos de encima el regusto amargo de la frustración.
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