Estos dos meses de teletrabajo han sido todo un experimento al que aún le queda algún tiempo. Lo que parecía una revolución en el ámbito profesional ha desdibujado por completo los pocos límites que quedaban entre la oficina y la vida personal. Equipos agotados, malabares para conciliar y una pérdida total de los horarios son algunas de las consecuencias.
Atrás quedan esas jornadas de 9 a 6 en las que se hacían multitud de desplazamientos para reuniones, había parones de 2 horas para comer o reuniones presenciales. La formalidad de cara a las llamadas o enviar correos electrónicos en horas inapropiadas también se ha esfumado y la gente se siente más esclava del trabajo que nunca. La flexibilidad llegó de forma repentina y vestida con piel de cordero; resulta increíble que nos falte tiempo para todo sin apenas poner un pie en la calle.
Improvisar la oficina en el salón, la cocina u otros rincones de la casa hace que desconectar sea casi imposible. Nunca hemos echado tanto de menos nuestra sede de trabajo y es que cuando eres virtual estás menos expuesto a distracciones: la pausa del café es mínima, no te entretienes charlando con los compañeros, los meetings son más concisos, duran menos y los niveles de concentración aumentan, para bien y para mal.
Ciertas técnicas de Mindfulness puede ser un remedio eficaz a la hora de establecer (y no saltarse) los límites necesarios para protegernos física, mental y emocionalmente ante esta situación:
Atención plena en gestos cotidianos
Cuando acabes la jornada y antes de comenzar a hacer cualquier cosa cotidiana, ya sea ponerte a cocinar, tender una colada, ordenar el dormitorio de los niños o darte una ducha, realiza dos o tres respiraciones profundas, deja de lado todos los temas de trabajo y detente un momento a pensar únicamente en lo que estás a punto de hacer.
Te ayudará a desconectar de verdad.
Ve más despacio
Solemos hacer las cosas con prisa y de manera automática, como por ejemplo comer delante del ordenador o de la tele, enganchar una reunión tras otra soltando el mismo discurso, no hacemos pausas para nada y pasamos directamente a la siguiente tarea de la lista.
Cambia el ritmo y concédete el permiso de ir un poco más despacio. Antes de continuar, tómate un momento para reordenar las ideas y volver a enfocarte en lo que estás a punto de hacer.
Sé paciente contigo mismo
Cuando sientas que estás desbordado y que no tienes control de nada, recuerda que sí hay algo que puedes controlar, cómo reaccionas ante cada situación.
Aunque a veces no lo parezca, tenemos la capacidad de organizar nuestro tiempo, de mejorar la atención que dedicamos a cada cosa y llevar un ritmo más tranquilo. Si percibes que tu mente tiende al pesimismo y te ves sobrepasado, simplemente acepta esas emociones sin jugarte con dureza, trata de ser compasivo y piensa que en algún momento todo pasa.
Aprender a priorizar en nosotros es un proceso de crecimiento con enormes desafíos diarios y más en el contexto actual. Mi mayor recomendación es que intentes tomarte todo con más calma, incluso un poco menos en serio; recuerda que no vives para trabajar sino al revés.
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