Cuando pregunto en mis formaciones qué es la meditación, la respuesta generalizada suele ser: “meditar es dejar la mente en blanco”. A priori, eso parece imposible para la mayoría de los mortales; meditar es algo muy distinto a esa idea de vacío que, en el plano real, se traduce en una repetición incesante que reza: voy a dejar la mente blanco, voy a dejar la… poco silencio hay ahí.
No existe el blanco o la nada, el pensamiento es una función primaria del cerebro, que básicamente está diseñado para bombardearnos día y noche con ideas, imágenes, sueños o recuerdos igual que la labor del corazón es latir o la de los pulmones respirar. Lo que la respiración y el pensamiento tienen en común es que ambos pueden ser entrenados para lograr determinados objetivos.
Terminando de desechar todos los tópicos, me gustaría puntualizar que la meditación no es concentración sin más, no es esfuerzo mental, tampoco es perder el control de los pensamientos y divagar, no es imaginar cosas relajantes, ni hacer ejercicios de respiración. Salvo las divagaciones, todos ellos son métodos que pueden ayudar a hacer una progresión hacia la meditación y adiestran la atención.
Una vez hechos esos descartes, quizá intuyas ya que meditar tiene cierta miga y que requiere técnica, práctica y constancia.
¿Qué es entonces la meditación?
Meditar es un estado de no pensamiento consciente, o lo que es lo mismo, un estado de consciencia plena sin acción. Cuando se alcanza esa consciencia profunda se logra sensación de paz y equilibrio interior, sentimientos que fortalecen los cimientos de nuestra psique y sistema emocional.
Si todo esto suena demasiado complejo o trascendental, regresemos a los estados previos a la meditación. Aprender a respirar correctamente, a concentrarte sin esfuerzo y a observar qué sucede en estos procesos es la clave para comenzar a entrenar la mente profunda.
Debes saber que no es necesario sentarse en postura del loto o con las piernas cruzadas para practicar si no lo haces habitualmente, es mucho más simple y adaptable. Lo más importante es mantener la espalda recta para favorecer una buena postura del sistema nervioso y el pecho abierto llevando los hombros ligeramente hacia atrás de forma relajada para asegurarnos una respiración amplia y tranquila.
Se puede meditar sentado en una silla, sentado en el suelo apoyando la espalda en la pared, e incluso tumbado boca arriba, aunque esto lo desaconsejo porque puede inducir al sueño fácilmente.
Tampoco es necesario meditar una hora al día. Pasar de no haber meditado nunca a eso es un salto poco realista que hará que abandones a la primera de cambio; hay que ir poco a poco.
Iniciarse con 5 minutos cada mañana es muy buen comienzo, es la forma de empezar a establecer una relación más lúcida con nuestra respiración, con el silencio y con el ahora, desarrollando así autoescucha y presencia.
El aumento de tiempo irá llegando solo y naturalmente.
Beneficios
– Reduce el estrés y sus consecuencias emocionales y físicas
– Ayuda a desarrollar confianza en uno mismo
– Reduce los comportamientos impulsivos: fumar, comer demasiado…
– Ayuda a gestionar los momentos de ansiedad con más control
– Aumenta la fortaleza mental y la concentración
– Mejora la memoria y potencia la creatividad
– Ayuda enormemente a gestionar las patologías psicológicas: depresión, ansiedad, Tocs y otras enfermedades.
– Eleva los niveles de vitalidad y mejora el sistema inmune
– Reduce la presión arterial
– Alivia los dolores de cabeza
– Mejora la calidad de la respiración y el rendimiento cerebral
– Ayuda a ser más optimista y a establecer buenas conexiones sociales
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