¿Te has preguntado alguna vez cuáles son tus fortalezas y debilidades emocionales? No existe una sola inteligencia, sino distintas capacidades que abarcan aspectos racionales y afectivos que nos conforman como seres inteligentes y hábiles socialmente.
El reto consiste en encontrar un equilibrio en el diálogo entre el cerebro y el corazón dando espacio a la empatía, a la escucha y a la aceptación de las circunstancias comenzando a tener una relación más afectiva y sana con nosotros mismos y los demás.
Según el psicólogo y científico Daniel Goleman, quien dio luz al concepto de inteligencia emocional, existe un rango de 8 tipos de inteligencia ampliable quizá a más en el futuro, ya que tener en cuenta esta faceta como un potencial es algo que se ha empezado a integrar recientemente y es un campo por explorar en profundidad.
● Inteligencia lingüística
● Inteligencia lógico-matemática
● Inteligencia espacial
● Inteligencia corporal
● Inteligencia musical
● Inteligencia intrapersonal
● Inteligencia interpersonal
● Inteligencia naturalista
Hazte la pregunta ¿es tu mente racional la que domina tu vida o, por el contrario, es tu mente emocional la que gobierna tus decisiones?
Nuestra inteligencia emocional, como otras aptitudes, está condicionada por factores genéticos, educacionales y ambientales. El conjunto de estos elementos configura la personalidad de cada individuo y sus tendencias, que, por fortuna, son moldeables.
La inteligencia emocional se entrena. Podemos aprender a tener más control en nuestras reacciones e impulsos, a ser más conscientes de los sentimientos, a moderar el humor, a conectar más con otras personas, o a desarrollar mayor sensibilidad hacia la naturaleza.
Hay que tener en cuenta que el exceso de emocionalidad es un desequilibrio, como lo es el exceso de raciocinio. Si las emociones te dominan difícilmente empatizarás con una situación que no sea la tuya, esto deriva en frustración, sufrimiento y, por lo general, fortalece un nocivo sentimiento de mártir.
Si tu mente manda, corres el riesgo de distanciarte de aquellos que te rodean y promover inconscientemente un estado de soledad creciente que solo empeorará el escenario.
Una vez más, se trata de nivelar la balanza y comprender que somos un todo y ambas inclinaciones deben estar interconectadas para vivir en un estado psicológico de salud.
Aquí van algunos consejos para comenzar a crear simetría:
– Mantén la calma. En lugar de saltar como un resorte, cultiva una mente tranquila ante cualquier situación de conflicto. Esta actitud te ayudará a escuchar, observar, sopesar y a ser menos impulsivo en la toma de decisiones.
– Exprésate. Intenta abrirte y compartir aquello que te inquieta o te hace sentir incómodo. Compartiendo lo que nos sucede generamos empatía, deshacemos tensión y edificamos límites sanos.
– Cuida y suaviza tu lenguaje. Evita sentenciar y utilizar expresiones impositivas como “tú deberías, tienes que, tú necesitas…” Busca el debate constructivo en lugar de generar conversaciones defensivas.
– Aprende a recuperarte de los tropiezos. La adversidad es inevitable en la vida, a veces es fruto de nuestras acciones y otras es consecuencia del azar; sea como sea es fundamental ver estos momentos como oportunidades de crecimiento y no como castigos divinos, ser constructivo es la clave.
– Sé afectivo. Expresar afecto es básico para nuestro equilibrio; abraza, besa, sonríe, dedica palabras cariñosas a tus amigos, familiares y comparte tus emociones en la intimidad. Las emociones son contagiosas y fomentarán que los demás hagan lo mismo.
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Tu cuerpo y tu mente te lo agradecerán.”
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