Patrick Bolton, profesor de la Columbia Business School, constató en una reciente sesión con antiguos alumnos en el campus de Barcelona que «si lo supiéramos, estaríamos en plena crisis». Según Bolton, antaño las crisis solían producirse cada 20 años aproximadamente, y sentenció: «¿estaremos a salvo 10 años más? Yo no estaría seguro».
La sesión analizó la quiebra de Lehman Brothers hace diez años para abordar el efecto de las regulaciones de la época de la gran crisis sobre la economía actual. Los conferenciantes ofrecieron detallados análisis históricos del dramático otoño de 2008, y los debates derivaron en la próxima crisis: ¿qué la provocará y cuándo tendrá lugar?
Stephen G. Cecchetti, profesor de la Brandeis International Business School, recordó la «experiencia surrealista» que vivió como testigo de la quiebra de Lehman cuando trabajaba en el Banco de Pagos Internacionales. Abordó la crisis de 2008 con un interés académico por «reducir la frecuencia y severidad» de futuras crisis, en lugar de erradicarlas.
Según Cecchetti, la próxima crisis tendrá su origen, seguramente, en las brechas en la ciberseguridad. «Tenemos que entender estas tecnologías. Hay buena predisposición por parte del mercado financiero, pero me preocupan la tecnología y su protección»
En su presentación, centrada en los requisitos de capital que los acuerdos de Basilea III prácticamente han doblado, Cecchetti destacó también los riesgos de la banca en la sombra: préstamos y otras transacciones financieras que básicamente carecen de regulación.
Con la notable excepción de Reino Unido, «carecemos de una infraestructura que monitorice, designe y regule las actividades de tipo bancario» cuando las llevan a cabo otras entidades.
Durante el turno de preguntas y respuestas, los ponentes coincidieron: la banca en la sombra y el nuevo paisaje digital serán los catalizadores más probables de la próxima quiebra.
La sombra de la crisis de 2008 es alargada
El debate sobre la crisis de 2008 se centró en tres puntos principales: las regulaciones de Basilea III referentes a la reducción del riesgo mediante requisitos de capital, tests de estrés y otros instrumentos; el estado de la lógica del «demasiado grande para quebrar»; y la evolución del papel que tienen los bancos centrales en la estabilización de las economías.
Según Patrick Bolton, habría que desestimar ya la teoría del «demasiado grande para quebrar», según la cual algunas entidades son tan grandes que si permitimos que quiebren socavarán toda la economía. Esto lo afirmó después de tildar al rescate financiero de «solución demasiado fácil».
Las deficiencias del «demasiado grande para quebrar» condicionaron la toma de resoluciones internacionales para grandes conglomerados en diversos escenarios regulatorios. Las resoluciones más recientes, como la resolución por un único punto de entrada (SPE por sus siglas en inglés) se centran sobre todo en apuntalar los problemas de los grandes holdings, en lugar de en los afiliados y subsidiarios globales.
Bolton confirmó que los bancos sistémicos globales (SIB, por sus siglas en inglés) están mucho mejor preparados para sortear las tormentas financieras que hace una década. Sin embargo, en lo referente a los requisitos de liquidez todavía hay lagunas.
¿Son los bancos centrales las entidades adecuadas para sortear estas y otras lagunas? Jean-Pierre Danthine, vicepresidente del Banco Nacional Suizo, describió sus recelos cuando los bancos centrales, y los funcionarios no electos que los gestionaban, asumieron tales poderes como prestamistas de última instancia durante la crisis de 2008.
«Nunca antes se había probado algo así, y en principio se consideró que sería una incidencia pasajera».
Danthine opina que las problemáticas no solventadas de las políticas económicas deben replantearse seriamente, y cuestiona el modelo que deberían seguir los bancos centrales a medida que crece su figura como garantes de la estabilidad financiera. Una de sus propuestas principales pasa por permitir que los bancos centrales abastezcan la demanda de activos líquidos.
Sin embargo, el momento álgido de la intervención de Danthine se produjo cuando, al referirse a una frase de Alan Greenspan sobre los beneficios de la opacidad de los bancos centrales antes de la crisis, afirmó que «el final de la ambigüedad constructiva debería suponer el final de la ambigüedad». O, lo que es lo mismo, los bancos centrales deberían asumir y definir con precisión su papel como estabilizadores de la economía. De lo contrario se arriesgan a erosionar su capacidad reguladora frente al inevitable e impredecible retorno de «circunstancias menos favorables».
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