Durante años, hemos oído decir que “la belleza abre puertas”. Se repite tanto que casi lo damos por hecho. Pero ¿realmente ser atractivo garantiza más y mejores oportunidades laborales? La respuesta es más compleja de lo que parece. La ciencia —y la experiencia— dicen que no siempre.
El mito de la belleza como ventaja absoluta
Sí, hay datos que muestran que la belleza puede influir en el mundo laboral. Varios estudios afirman que las personas atractivas ganan, en promedio, entre un 10 % y un 15 % más que sus compañeros menos agraciados físicamente. También reciben más llamadas para entrevistas, e incluso pueden ser promocionadas más rápido.
Este sesgo no se limita solo al rostro. La altura, por ejemplo, también parece jugar un papel. Un estudio en China con más de 3.400 adultos, utilizando aleatorización mendeliana, demostró que cada centímetro adicional de estatura se asocia con un incremento del 1,3 % en los ingresos anuales. Otro informe de la American Psychological Association señala que por cada pulgada extra (2,5 cm), una persona puede ganar 789 dólares más al año. A largo plazo, esto puede traducirse en diferencias salariales de hasta 166.000 dólares más en 30 años entre una persona que mide 1,83 m frente a otra de 1,65 m.
La apariencia también influye en el acceso a posiciones de prestigio. Un estudio publicado en la revista INFORMS Journal Information Systems Research encontró que los titulados en un MBA más atractivos tienen un 52,4 % más de posibilidades de ocupar un puesto prestigioso tras obtener su título.
Todo esto se debe, en parte, a lo que se conoce como “sesgo de belleza”: una percepción inconsciente que asocia el atractivo físico con cualidades como la simpatía, la inteligencia o la competencia. En el entorno laboral, este sesgo puede influir en decisiones clave como la contratación, la asignación de responsabilidades o las oportunidades de liderazgo.
Pero esta ventaja es limitada y, en ocasiones, puede volverse en contra.
Cuando la belleza se convierte en presión
En sectores como el modelaje, la publicidad o las redes sociales, la apariencia puede ser clave para conseguir trabajo. Sin embargo, también implica una presión constante por cumplir con ciertos estándares físicos. Como contaba una modelo sudafricana en una entrevista para la BBC: “si no estás en forma, si no llevas un estilo de vida activo, no vas a parecer lo que vendes”.
Además, las personas atractivas no siempre son tomadas en serio. En muchos casos, deben esforzarse el doble para demostrar su valía profesional y romper con la idea de que “todo lo han conseguido por su físico”.
El lado oscuro del sesgo estético: la discriminación
Lo más preocupante es que este sesgo también genera discriminación hacia quienes no encajan en los cánones de belleza tradicionales. Las personas con sobrepeso, con características físicas consideradas “poco atractivas” o que no se ajustan a ciertos estereotipos pueden enfrentar obstáculos invisibles pero muy reales en procesos de selección y promoción laboral.
Por ejemplo, un estudio citado por la investigadora Eva Sierminska revela que las personas menos atractivas necesitan ser más productivas que sus compañeros para recibir el mismo salario. En otro experimento, se enviaron currículums idénticos con diferentes fotografías, y aquellos con rostros considerados más atractivos recibieron muchas más respuestas.
Este tipo de discriminación, conocida como “lookism”, no suele abordarse tanto como el racismo o el sexismo, pero está presente en muchas organizaciones y afecta tanto la diversidad como la equidad laboral.
¿Hacia una selección más justa?
Algunas propuestas para reducir estos sesgos incluyen eliminar las fotografías de los CV, realizar entrevistas anónimas o formar a los equipos de recursos humanos para identificar y contrarrestar estos prejuicios. Estas prácticas ya se están aplicando en varios países y podrían marcar una gran diferencia también en España.
La buena noticia es que la tecnología, especialmente la inteligencia artificial aplicada al reclutamiento, puede ayudar a reducir estos sesgos. Cada vez más empresas están adoptando herramientas objetivas y ciegas que eliminan fotos, nombres y otros datos irrelevantes del proceso de selección. Esto permite centrarse en lo que realmente importa: la experiencia, las competencias y el potencial.
Aun así, queda camino por recorrer. La tecnología por sí sola no soluciona el problema si no viene acompañada de una verdadera conciencia sobre los prejuicios que aún persisten.
Entonces… ¿Ser guapo ayuda?
Sí, pero no asegura nada. Puede abrir algunas puertas, especialmente en ciertos sectores, pero no garantiza éxito ni estabilidad profesional. Lo que realmente marca la diferencia es la preparación, la actitud y la capacidad de adaptarse y aportar valor.
Y aunque la belleza pueda influir en un primer contacto, es el talento lo que mantiene las puertas abiertas.
La pregunta, entonces, no es solo si las personas atractivas tienen más oportunidades, sino si el sistema está preparado para valorar lo verdaderamente esencial en un profesional.