Con la llegada del otoño, no solo se producen alteraciones en las temperaturas y las horas de luz, sino también en las condiciones de salud para muchas personas. En especial, estos cambios estacionales pueden agravar los síntomas de las enfermedades autoinmunes.
Estas patologías son especialmente comunes, pues afectan al 11% de la población general, es decir, a una de cada 10 personas, según un estudio liderado por la Dra. Pilar Brito, jefa del Servicio de Medicina Interna del Hospital Sanitas CIMA y experta internacional en este grupo de enfermedades. En otra investigación sobre 16.000 pacientes con enfermedad de Sjögren, la doctora también demostró que los cambios climáticos extremos empeoran los síntomas de estas patologías.
«El cambio de temperatura, la disminución de la luz solar y el aumento de la humedad pueden desencadenar brotes y empeorar la fatiga y el dolor articular asociados a estas enfermedades. Además, la reducción en la producción de vitamina D en los meses de menor luz solar también influye en la regulación del sistema inmune”, señala la doctora.
Todas las enfermedades autoinmunes presentan una mayor sensibilidad a los cambios de estación, incluyendo tanto enfermedades sistémicas (artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico, enfermedad de Sjögren…) como órgano-específicas (esclerosis múltiple, enfermedad inflamatoria intestinal…). Con la llegada del otoño, algunos pacientes pueden tener más dificultades para mantener el equilibrio inmunológico. Sin embargo, es posible manejar mejor los síntomas y reducir los efectos negativos realizando algunos ajustes en la rutina diaria:
- Mantenerse abrigado y evitar cambios bruscos de temperatura:el frío y la humedad empeoran los síntomas de muchas enfermedades autoinmunes, en especial las que afectan las articulaciones. Es recomendable vestirse por capas y utilizar ropa térmica que mantenga el calor corporal en ambientes excesivamente fríos o con una mayor amplitud térmica. En casa, mantener una temperatura estable puede ayudar a reducir la rigidez articular.
- Mantener una rutina de ejercicio físico,aunque sea suave y de bajo impacto en los pacientes más frágiles. Se recomienda optar por ejercicios suaves como caminar, nadar en piscinas cubiertas, hacer yoga o practicar estiramientos en casa. Estas actividades ayudan a los pacientes a mantener la movilidad y la flexibilidad, mejorar la circulación, reducir la rigidez muscular y mantener el tono muscular sin generar estrés adicional en las articulaciones.Siempre que sea posible, el ejercicio físico aeróbico y la tonificación muscular son herramientas esenciales para contrarrestar la inflamación autoinmune.
- Evitar las infecciones respiratorias: se aconseja extremar las medidas de prevención, como lavarse las manos con frecuencia, evitar el contacto con personas enfermas y vacunarse contra la gripe si así lo indica el médico. “Además, es importante seguir una dieta equilibrada, rica en frutas y verduras de temporada y alimentos que fortalecen el sistema inmune, como los que contienen antioxidantes y ácidos grasos omega-3 (frutos rojos, cítricos, uvas, pescados azules, nueces…). Esto no solo ayuda a combatir las infecciones, sino que también contribuye a una mejor respuesta del cuerpo ante los cambios estacionales”, señala Sara Rueda, nutricionista de Blua de Sanitas.
- Dormir adecuadamente:el descanso es vital para la recuperación y el manejo de las enfermedades autoinmunes. Por eso, es necesario mantener una rutina de sueño constante, asegurando entre 7 y 9 horas de descanso por noche. Establecer hábitos relajantes antes de dormir, como tomar una ducha relajante o leer un libro (evitar la exposición a las pantallas), puede mejorar la calidad del sueño y ayudar a disminuir la fatiga, un síntoma común en muchas enfermedades autoinmunes.
Por último, es crucial prestar especial atención a las personas mayores que tienen enfermedades autoinmunes. “Su sistema inmunológico tiende a ser más vulnerable por lo que este grupo de edad puede experimentar un agravamiento de los síntomas debido a la combinación de factores estacionales y la disminución de la actividad física, que a menudo ocurre con el frío. Además, los mayores son más propensos a sufrir infecciones respiratorias, que pueden contribuir a una activación de los síntomas autoinmunes”, concluye Miryam Piquera, directora de Gobierno Clínico de Sanitas Mayores.