En un mundo cada vez más interconectado y en constante evolución tecnológica, el papel del emprendedor científico se ha vuelto crucial para impulsar la innovación, la competitividad y el progreso socioeconómico. Cada vez son más las startups de base científica que surgen en sectores de alto valor añadido como la biotecnología, la inteligencia artificial, las energías renovables y las ciencias de la salud.
Muchas de ellas estarán presentes en el VIII Congreso Nacional de Científicos Emprendedores, que tendrá lugar el 28 y 29 de noviembre en la sede de la Fundación Botín en Madrid. Esta iniciativa de la Fundación Damián Rodríguez Olivares (Fundación DRO) tiene como objetivo unir en un mismo espacio a los distintos agentes de esta comunidad: científicos con una idea innovadora para arrancar una nueva aventura empresarial, inversores, gestores del ámbito público y startups, principalmente.
¿Y cómo se puede reconocer a un emprendedor científico? Desde Fundación DRO, organización que busca promover proyectos empresariales en el campo de la ciencia y la tecnología, nos facilitan las características clave de su perfil:
Curiosidad: El científico emprendedor busca nuevas preguntas que resolver y problemas que abordar. Esta curiosidad no sólo lo lleva a profundizar en su área de investigación, sino a explorar cómo sus descubrimientos pueden tener un impacto en el mundo real, ya sea en forma de productos, servicios o nuevas tecnologías.
Inquietud e inconformismo: No se conforma con la carrera profesional tradicional o las rutas convencionales. Siempre está buscando maneras de desafiar y mejorar en su disciplina científica o en el mercado. Esta inquietud puede llevarle (a veces sin saberlo) a ser visionarios, capaces de prever nuevas oportunidades o nichos antes que el resto.
Pasión por el impacto social o ambiental: Muchos científicos emprendedores ven en su trabajo una oportunidad para mejorar el mundo, ya sea a través de avances en la medicina, la sostenibilidad o la tecnología. Su motivación no es sólo financiera, sino también altruista, impulsada por un deseo de generar un impacto significativo. En muchas ocasiones anteponen lo social a lo económico.
Valentía: Emprender desde la ciencia es complicarse la vida ya que implica no sólo enfrentarse a la incertidumbre en la investigación científica, sino también asumir riesgos financieros, comerciales y personales.
“Se podría decir que el científico emprendedor es una combinación de curiosidad, rigor analítico, inquietud, valentía y pasión por el impacto. La capacidad para transformar el conocimiento en innovación tiene un potencial inmenso para generar soluciones que cambian el mundo”, concluye Cosculluela.