Los emprendedores se caracterizan por ser valientes, ya que crear una empresa desde cero es algo que conlleva ciertos riesgos. Se trata de una inversión, tanto de capital como de tiempo personal que no siempre resulta rentable. Por ello, en sus primeros años de vida, muchas startups cierran antes de comenzar a despegar o a generar beneficios para el empresario.
Según el informe Why Startups Fail de la plataforma de análisis de negocios CB Insights, una base de datos líder de inteligencia de mercado tecnológico para tendencias emergentes, alrededor del 90% de las empresas incipientes está condenado a desaparecer en sus primeros años. En concreto, en un 42 % de los casos la interpretación incorrecta de la demanda del mercado es la razón número uno por la que fracasan las startups.
A la hora de valorar estos datos, Carles Sabaté, docente del Curso de Creación y Gestión de Empresas de Deusto Formación, centro de formación a distancia, señala que “una de las causas más importantes es la falta de formación de los emprendedores”. Asimismo, también destaca la carencia de paciencia en los primeros años del negocio: “Ahora, todo se quiere para ya, prima la inmediatez, y no tenemos que olvidar que la velocidad de crucero de un negocio no se consigue hasta pasados los cinco años”.
Claves para minimizar el riesgo
Tal y como señala Sabaté, “a pesar de que no hay una varita mágica y depende de variables que no se pueden controlar, sí que existen una serie de claves que pueden minimizar el riesgo de que una nueva empresa fracase”.
En concreto, el docente apunta a cuatro requisitos que debe reunir el emprendedor para iniciar un proyecto empresarial: “Una idea, un capital, unos conocimientos específicos de aquello que se quiere ofrecer al mercado y una formación en administración de empresas. Todo emprendedor que obvie alguna de ellas, está abocado al fracaso”.
El experto hace hincapié en un aspecto que suele pasar desapercibido y que es de vital importancia: “La formación en administración de empresas es básica para un emprendedor, bien sea para gestionar él mismo su propio negocio o para saber transmitir e interpretar la información correcta a un asesor externo”.
Otra solución para minimizar los riesgos de emprender sería que el emprendedor abriese su propio negocio a través de una franquicia, aprovechando el know how de un modelo de éxito probado y dando este paso bajo el paraguas de una marca reconocida en el mercado. Además, en la mayoría de los casos, el franquiciado contará con el apoyo y con la formación continuada por parte de la central franquiciadora, algo muy valorable en el caso de que no cuente con experiencia en el sector.
Por otra parte, también es recomendable realizar un estudio previo de la ubicación en la que se quiere abrir el negocio (número de habitantes del municipio, renta media, afluencia de gente que pasa por esa calle, investigación de negocios cercanos, estudio de la competencia en esa zona, etc.) y un análisis de la demanda existente en el mercado para el producto o servicio que se quiere comercializar. Pero siempre sin obviar la necesidad de formación, con cursos como los que ofrecen Deusto Formación y otras instituciones del sector.