Una colombiana de 52 años residente en la ciudad asegura que tiene la intención de poner a la venta su órgano para saldar su deuda con el Estado
Vendo riñón en perfecto estado por 5.000 euros para pagar una deuda con la Seguridad Social". Éste es el escueto y desesperado mensaje que una mujer colombiana, de 52 años, residente en Vigo desde hace trece, envió a este periódico por medio de un correo electrónico. Consciente de la ilegalidad de su pretensión, se oculta con el seudónimo de Rosalía y tapa su rostro en una sesión fotográfica en un parque público: la Praza da Estrela. "Si fuera invalida total no me importaría dar la cara, pero por un problema puntual no me voy a mostrar al mundo como una incapacitada; esto no es un asunto de lástima", justifica Rosalía, quien guarda todas las precauciones: nada de espacios cerrados donde alguien pueda escuchar su relato de vida. Actúa precavida y su nerviosismo y desconfianza se disparan cada vez que alguien se aproxima. "Si hay algo a lo que tengo miedo es a que me detengan y me metan en la cárcel", confiesa con sigilo mientras sigue con el rabillo del ojo a un viandante.
Su intención, asegura, no es lucrarse con la venta de uno de sus riñones, sino "salir al paso de un problema puntual" que le acucia. Rosalía dice deber a la Seguridad Social 5.000 euros. Y para saldar esa deuda está dispuesta incluso a deshacerse de uno de sus órganos.
Rosalía se presenta como una profesional informática. Está casada y tiene tres hijos -dos niños y una niña-. Ella no trabaja porque, comenta, padece fibromialgia, y los 1.000 euros que dice que gana mensualmente su marido, sostiene que no llegan para cubrir los gastos familiares y la deuda con el Estado.
"Tenemos que pagar el piso, el agua, la luz, el coche, los créditos, la deuda con la Seguridad Social; tenemos que comer y vestirnos… Y yo soy autónoma y no puedo trabajar por mis dolores", explica.
Y es que desde que llegó a Vigo, hace trece años, ha venido arrastrando las consecuencias de su enfermedad. "Aquí llegué por una ETT. Las bajas fueron llegando y no cobraba nada durante tres o cuatro meses. Como en la rama de informática siempre hay alguna salida, hace diez años decidí hacerme autónoma. Siempre he tenido a mi cargo a dos o tres empleados, pero las bajas continuaron, no he podido hacer frente al pago de las cotizaciones a la Seguridad Social y la deuda se ha ido incrementando. Y yo estoy decidida a pagar mi deuda sea como sea", relata con convicción.
Su situación se ha agravado en los últimos dos años. Si antes su enfermedad le impedía trabajar tres o cuatro meses al año, ahora pensar en reincorporarse al mundo laboral le resulta "imposible".
"El año anterior ya fue muy malo para mí y ahora llevo un año sin trabajar. Mucha gente puede pensar por qué no lo hago, que hay trabajo en muchos sitios. Yo también lo pienso y me he planteado trabajar en una cafetería o en cualquier otro sitio, pero mis dolores me lo impiden", arguye apesadumbrada Rosalía, quien agrega: "Nadie cree en esta enfermedad, pero los que la padecemos tenemos que asumirla como parte de nuestra vida".
Rosalía se confiesa una "asidua" de la Unidad del Dolor del Hospital Meixoeiro. "Sigo una medicación que me provoca náuseas y vómitos, y a veces me ponen inyecciones para aplacar el dolor. Estoy atendida además por un psiquiatra, un traumatólogo y un reumatólogo", expone esta inmigrante colombiana natural de Cali, frustrada por su incapacidad para desarrollar una vida laboral y finiquitar su deuda. Una situación que raya la paradoja cuando explica: "Sé que la Xunta paga subvenciones por contratar a determinados colectivos, y como autónoma podría desarrollar algún proyecto para salir del paso, pero me piden precisamente justificantes conforme no tengo deudas con el Estado, además de un aval que cubra el 20 por ciento del proyecto".
Ahora parece convencida de que solventar su vida le costará un riñón.
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