El ex director de Economía de la Universidad de Chicago insiste en que «la labor principal de un gobierno es controlar la inflación» – El autoritarismo «influye negativamente en el crecimiento»
La «aldea global» conlleva la existencia de diversas políticas económicas a lo largo del globo, cada una de ellas con un sistema financiero distinto. Así, en Latinoamérica nos encontramos con varios países en los que reina el populismo, una forma de Gobierno arcaica y, podríamos decir, casi subdesarrollada. Al otro lado se encuentran los estados europeos, cuyo modelo económico se basa en la libertad de mercado. A todo esto ha contribuido de manera decisiva la globalización, ese término ambiguo y moderno que llena la boca de todos los gurús de la época.
El profesor Arnold Harberger de la Universidad de California y ex director del prestigioso Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, cree que existen dos modelos políticos que tienen efectos distintos en la tasa de crecimiento de los países. La falta de disciplina conduce a la relajación de los factores que concurren en la economía, en otras palabras, al «cachondeo». Por contra, el autoritarismo genera odio, una característica que, según Harberger, «influye negativamente en las cifras de productividad».
Harberber sigue un criterio bastante sencillo para medir el crecimiento económico. Así, nos encontramos con países que gozan de un crecimiento exitoso, esto es, con una tasa media del 4% sostenida durante 5 años. Los máximos exponentes de la teoría de Harberger son Indonesia, China, Malasia, Corea y Chile (cuatro asiáticos y uno latinoamericano) mientras que países que han sido referentes de la etapa de la industrialización y hasta forjadores de la unidad europea, como Reino Unido y Alemania, no entran dentro de esta categoría.
El «desglose» productivo
La tasa de crecimiento económico se divide en áreas de productividad que muestran comportamientos distintos en cada ejercicio. Es lo que Harberger denomina el «desglose», ya que «el crecimiento no se concentra en el mismo lugar todo el tiempo». El profesor cree que las «fuerzas naturales de la economía» son las que producen el crecimiento, que en cada momento histórico se concentra en una o varias áreas de productividad que consiguen rendimientos suficientemente altos como para generar crecimiento.
Para lograr incrementar la productividad, Harberger señala que hay varias formas, algunas más complicadas y otras mucho más sencillas. Por ejemplo, nos cuenta que, durante una visita a El Salvador, conoció una nave en la que trabajaban varios operarios tejiendo pantalones vaqueros. Dentro sonaba música, un «extra» que había hecho crecer la productividad «un 20% después de haber sido instalada».
Según Harberger, los cincuenta años más exitosos, desde el punto de vista de crecimiento, que ha conocido la humanidad, son los que transcurrieron entre 1950 y 2000, después de las dos grandes guerras mundiales, y el cuarto de siglo comprendido entre 1975 y 2000 es el hito más importante. Resulta curioso que éstas últimas fechas coincidan con la muerte de Franco y el inicio de la Transición en nuestro país, cuando se produjo la apertura de la economía española al exterior.
Los países deben crear un clima financiero que invite al crecimiento económico. Así, la labor principal de los Gobiernos consiste, según Harberger, en el control de la inflación, así como en la apertura de la economía a competidores extranjeros.
Las políticas económicas deben alejarse de lo que Harberger denomina «precios que mienten, que enmascaran la realidad», ya que los ciudadanos de los países deben tener referencias de precios reales para identificar las mejores inversiones y encontrar diversas oportunidades de «reducción de costes reales».
El futuro de nuestro país
España es un país desarrollado, con un nivel de crecimiento económico alto y sostenido en el tiempo, sin grandes altibajos. Según Harberger, nuestro país necesita de una «fuerza laboral más experimentada», y para ello pone el ejemplo de EE UU, cuyos trabajadores tienen una «educación media de 12 años». De esta forma, la productividad «no puede hacer otra cosa que aumentar».
La liberalización del mercado, una constante de los economistas neoliberales, «permite a los Estados un mejor uso de sus recursos», según Harberger. La competitividad «siempre es buena, ya que provoca un sentimiento de pertenencia en los trabajadores, de ganas de proteger aquello con lo que se sienten identificados», añade.
Respecto al presidente del FMI, el español Rodrigo Rato, Harberger declaró a este periódico que «los antecedentes de su gestión en España son muy buenos, las reformas que introdujo resultaron ser eficaces. Rato se enfrenta a una organización muy difícil, ya que es excesivamente multidisciplinar».
Los comentarios están cerrados.