Famélicos, con llagas en carne viva sangrando aún sobre la piel y cubiertos por una costra de mugre tan dura que había que arrancarla con un cuchillo. Según informaban ayer los medios chinos, así se encontró la Policía a 31 personas que, tratadas como esclavos, trabajaban en una fábrica de ladrillos del condado de Hongdong, en la provincia central de Shanxi.
Cuando los agentes entraron a finales de mayo en el recinto, situado en el pueblo de Cao Sheng, y los liberaron, ocho de ellos estaban tan traumatizados que ni siquiera recordaban ya a sus familiares ni la dirección de sus casas. En cambio, lo que jamás se les podrá olvidar es el infierno que han sufrido durante un año entero en esta aberrante factoría, dirigida por Wang Binbin, el hijo del secretario local del Partido Comunista, Wang Dongji. Para colmo, éste vive justo enfrente de la fábrica, cuyo interior se puede ver perfectamente porque no tiene muros.
Tal y como explicaron algunos vecinos a los periodistas, «si no hubiera sido por el cargo político de su padre, la Policía habría actuado mucho antes y no habría permitido a Wang Binbin abrir el negocio sin ningún tipo de licencia».
Vigilados por matones y perros
Al parecer, el propietario dejó luego la dirección de la factoría en manos de un segundo empresario, Heng Tinghan, quien le proporcionaba los ladrillos a un precio muy barato para que éste los vendiera por diez veces más en el mercado. Evidentemente, la única manera de conseguir tales beneficios era emplear como mano de obra a esclavos, por lo que Heng Tinghan ha huido junto a cuatro de los matones que vigilaban a los trabajadores para que no se escaparan.
Y es que una cosa es la precariedad laboral reinante en China y otra muy distinta la situación infrahumana a la que fueron sometidos los operarios de este infame horno de ladrillos, pobres emigrantes rurales en busca de un futuro mejor al amparo del extraordinario crecimiento del coloso oriental. Pero en lugar de beneficiarse del «milagro económico» chino, y tras ser captados en estaciones de tren o autobuses de Zhengzhou (Henan) y Xi´an (Shaanxi), eran trasladados a esta auténtica «fábrica de los horrores», donde tenían que trabajar desde las cinco de la madrugada hasta la una de la mañana del día siguiente sin recibir sueldo alguno, sólo pan y agua.
Exhaustos, descalzos y con la ropa hecha jirones, transportaban en sus manos los ladrillos aún calientes, por lo que presentan numerosas heridas y cicatrices en los pies, brazos y espalda. Durmiendo sólo unas pocas horas en el suelo, y sin calefacción en invierno, estos esclavos del siglo XXI estaban retenidos contra su voluntad porque cinco matones y seis perros les impedían marcharse de la factoría.
Palizas hasta la muerte
Además, sufrían frecuentes palizas y eran golpeados para trabajar más rápidamente. Los abusos y vejaciones llegaron a tal extremo que un operario procedente de la provincia de Gansu, Liu Bao, falleció el pasado mes de diciembre después de que uno de los «gorilas» de la fábrica, Chao Yanbing, le pegara con un martillo en la cabeza. Los vigilantes envolvieron su cadáver en un saco de plástico y lo dejaron en un monte cercano, por lo que el «gorila» ha sido acusado de asesinato.
Tanto él como el hijo del capataz, Heng Minyang, han sido detenidos por la Policía, que ya está buscando a los otros implicados en este caso de esclavitud. Mientras tanto, las víctimas han sido trasladadas al pueblo de Guang Sheng Si a la espera de que las autoridades locales les ayuden a recuperar los sueldos no percibidos y los devuelvan a sus hogares.
Este episodio recuerda a un incidente similar que tuvo lugar el año pasado también en la humilde provincia minera de Shanxi, donde otros trabajadores fueron encerrados en una fábrica durante dos meses.
La miseria que azota al mundo rural chino, donde viven 800 de sus 1.300 millones de habitantes, lleva a los emigrantes del interior a trabajar jornadas interminables de 13 horas diarias por menos de 50 euros al mes en las industrializadas provincias costeras.
Ahí radica la imbatible competitividad del «dragón rojo», donde a veces la frontera entre la explotación laboral y la esclavitud no está tan clara como en la «fábrica de los horrores» de Hongdong.
http://www.abc.es/20070609/internacional-asia/policia-descubre-esclavos-fabrica_200706090257.html
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