La curva poblacional que ofrece el esclarecedor estudio, coordinado por el profesor Isidro Dubert, del Departamento de Historia Moderna de la Universidad compostelana y que incluye a geógrafos, sociólogos además de historiadores, dictamina que si hacia 1850 quienes marcaban más de 60 picas en su calendario vital representaban sólo un 6,6 por ciento de la población total en Galicia, ese guarismo se incrementó hasta el 11 por ciento en la década de 1930 a 1940.
En los sesenta, eran un 13 por ciento los ancianos y recién estrenado el siglo XXI, ya sumaban un cuarto de la población. En la actualidad, el dato se acerca a un tercio: los mayores rebasan el 30 por ciento.
Importancia social
Paralelamente a esta línea estadística, el grupo investigador incide en el rol social que han desempeñado los ancianos en el transcurso de las centurias, y resuelve que en ningún caso cabe inferir que la menor presencia de tercera edad en el siglo XIX en Galicia conlleve un protagonismo inferior en la estructura social o en la vida cotidiana.
De hecho, el trabajo abunda en que en el año 1752, por ejemplo, el 22 por ciento de los hogares tenían al frente una persona que contaba más de 60 primaveras, un patriarca que procuraba el bienestar socioeconómico de su familia sin grandes problemas hasta su muerte, señala el estudio.
Pero, sin duda, el capítulo investigador que merece mayor atención es el que recala en las razones que han conducido irremisiblemente a esta senectud en Galicia. Y los investigadores subrayan con claridad meridiana tres factores: 'Las distintas fases del proceso de envejecimiento en Galicia son muy parecidas a las del conjunto de España, con la diferencia de que el grado de envejecimiento de la población de la comunidad es mucho más intenso debido al fenómeno de la emigración'. Primer factor, el migratorio, junto a la 'caída de la natalidad y la mejora de la esperanza de vida', indican.
En combinación con ellos, aún hay otros elementos: 'La pervivencia de una estructura económica incapaz de absorber y dar salida laboral a los jóvenes gallegos', lo que acarrea -indica el profesor Dubert- la pérdida de capital social joven al no proporcionarles un empleo, mientras que los emigrantes retornados a Galicia lo hacen ya jubilados y con la intención de fallecer en su tierra natal, ergo, no ayudan a impulsar el desarrollo económico y social de la misma.
El equipo de la USC alienta a que a medio plazo 'el envejecimiento de la población tendrá hondas implicaciones sociales, políticas, económicas y culturales'; si bien, llaman la atención con mayúsculas sobre un proceso que no debe pasar inadvertido.
Migración cualificada
Hoy en día estamos viviendo, conforme a este trabajo aún por terminar, una segunda oleada migratoria, que afecta a gente joven cualificada que se ve obligada a emigrar a núcleos urbanos como Madrid, Barcelona o Valencia para obtener un mayor rédito a su esfuerzo profesional. Otros, los menos preparados y que habitan en la costa occidental gallega, suelen irse, en su defecto, a Canarias. En cualquier caso, este indicador agrava el del envejecimiento poblacional que se queda en la comunidad. El equipo compostelano alerta de que 'la emigración es un lastre para el desarrollo de un país'. Si no se pone coto a la diáspora y se logra estimular al mismo tiempo la natalidad de los jóvenes aún residentes, entonces ese 30 por ciento está predestinado a seguir multiplicándose.
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