Aprovechan su trabajo de traslado de equipajes para apropiarse de lo ajeno. No de cualquier cosa, sino de objetos pequeños, valiosos y fáciles de ocultar entre sus ropas. Las nuevas tecnologías son su finalidad. O dinero. No son muchos, pero haberlos «haylos». Como las meigas.
Realizan su labor en el aeropuerto madrileño de Barajas, con un volumen de viajeros que supera los 45 millones, y, aunque las maletas no llegan a tanto, no le andan a la zaga. Y son éstas sus preciado objeto de deseo. La Guardia Civil que opera en el aeródromo ha detenido en lo que va de año a 17 amantes de lo ajeno. Ninguno pudo negar la evidencia. Fueron grabados por las cámaras.
Más de 5.000 cámaras
Los operarios sustraen, sobre todo, móviles, PDA, Mp4 o iPod, portátiles, cámaras fotográficas o cualquier objeto que puedan vender de forma rápida por unos nada despreciables euros.
Llevan a cabo su tarea tomando muchas precauciones, ya que no ignoran que más de 5.000 cámaras están controlando la seguridad de las instalaciones. Sin embargo, hay algunas visibles y otras ocultas.
Realizan su «trabajo» antes de que el equipaje llegue a la bodega del avión. Durante su traslado. Una vez facturado y en el trayecto de la cinta transportadora hasta el aparato. Desechan las maletas rígidas y se centran en las blandas y en las bolsas de viaje y mochilas con cremalleras.
De su destreza no cabe la menor duda: con una mano abren el equipaje y con la otra palpan su interior, para detectar si puede haber algo de su interés. Descartan los bultos duros, por el tiempo que tardarían en abrirlos sin levantar las sospechas de algún compañero o sin ser sorprendidos. Se trata de hacerlo rápido. Las imágenes son recibidas en un centro de control. Allí no sólo se contempla lo que ocurre a la vista de todos, sino lo que pasa en la trastienda de los más de 4.000 metros cuadrados que tiene el aeropuerto. Con la grabación en la mano, los efectivos de la Guardia Civil del aeropuerto se encargan de localizar y de detener al ladrón. Su destino final es el despido. Eso sí, sin ruido y de una forma discreta.
Fuentes del Instituto Armado aseguran que no son demasiado frecuentes estos casos, si bien no niegan que ocurran. «Hay miles de personas trabajando en las instalaciones y siempre hay garbanzos negros». Mientras, la sufrida víctima de estos robos poco puede hacer. Es difícil demostrar estos hurtos y probar que algo ha desaparecido de su equipaje.
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