La fórmula 'sol y playa' también ejerce su poder de atracción sobre la población inmigrante. Tanto es así, que ya hay diez municipios de Alicante en los que los nacidos fuera de España superan a los nacionales. En uno de ellos, San Fulgencio, la población extranjera alcanza al 70% del total. Este fenómeno, anecdótico en estas proporciones, ejemplifica una de las conclusiones a las que han llegado los autores del libro Actividad y territorio. Un siglo de cambios, patrocinado por la Fundación BBVA y en el que se destaca cómo España ha pasado de ser 'un país de inmigrantes a uno de acogida'.
Aunque en esta ocasión sea más por motivos laborales que turísticos -la inmigración económica prácticamente duplica la residencial-, la costa oriental de España y las islas reafirman su poder de atracción y concentran la mayor proporción de población nacida en el extranjero. Por ejemplo, en Alicante los extranjeros residenciales son el 9,55% frente al 10,7% de los que van a trabajar. Junto a ellos, también está Madrid, un paraíso interior en el que algo más del 15% de los residentes ha nacido fuera de España.
Como así refleja el libro ayer presentado por dos de sus autores, Francisco Goerlich y Matilde Mas, profesores de la Universidad de Valencia, la población nacida en el extranjero representaba el 3% de la población residente total en España en 1998. En nueve años, este porcentaje se ha cuadruplicado hasta llegar al 11,6% en enero de 2007.
A la vista de estos datos, la profesora Mas aclara que los inmigrantes no viven en el centro de las ciudades porque es muy caro, por eso, 'están revitalizando ciudades intermedias de 10.000 a 50.000 habitantes' y con alta actividad económica. Al tiempo y precisamente por esto, Mas también destaca la inmigración como factor que ahonda en el desequilibrio geográfico. Un desequilibrio que está vaciando el centro de España -salvo Madrid- en favor de las zonas costeras y no sólo por la inmigración, sino que se trata de un fenómeno iniciado en los años 60, imparable desde entonces y que de cara al futuro, se aventura aún mayor.
Más allá de la inmigración y de la nueva distribución geográfica de la población, España también ha asistido a cambios radicales en el nivel de educación -la tasa de analfabetismo ha pasado del 63% en 1900 al 2,4% en 2001-, en la incorporación de la mujer al mercado laboral que ha marcado el aumento de la tasa de actividad y el envejecimiento de la población, un hecho característico del siglo XX del que no se libra ninguna población española. Todas tienen más población de 65 años que a principios de siglo.
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