La presidenta argentina, Cristina Fernández, afrontó el martes su primera gran protesta urbana cuando miles de personas salieron a las calles para apoyar a los productores agrarios, en huelga desde hace dos semanas por un alza en los impuestos al sector.
La protesta del campo, uno de los motores de la economía del país, incluye además cortes de carreteras en todo el país y amenaza con desabastecer de alimentos a las ciudades, pero la reacción en Buenos Aires y otros centros urbanos repudió la decisión del Gobierno de no negociar con los productores.
Minutos después de que las cuatro entidades en huelga anunciaran que la mantendrán "hasta que sea necesario", la mandataria respondió que se trata de una protesta "de la abundancia", al asegurar que el campo es uno de los sectores más rentables del país.
"No me voy a someter a ninguna extorsión. Yo puedo entender los intereses del sector, pero quiero que sepan que soy presidenta de todos los argentinos", dijo Fernández en un acto en la Casa Rosada.
Inmediatamente después comenzaron a juntarse miles de personas en distintos puntos de la ciudad, y especialmente en la Plaza de Mayo frente al palacio de Gobierno, para apoyar a los productores agropecuarios y criticar a la mandataria por querer dividir a la población.
"Con gran dolor escuché a la presidenta incitando como siempre a la desunión. El único plan que tiene es la confrontación", dijo una señora en plaza a un canal de televisión local.
En distintas barriadas de Buenos Aires los automovilistas hicieron sonar sus bocinas, mientras que otros salieron a sus balcones a hacer ruido con cacerolas, emulando el estilo de protesta que usaron decenas de miles de ahorristas en el desplome financiero del país en 2001-2002.
Distintos gobernadores provinciales, incluso algunos cercanos al Gobierno nacional, pidieron al Gobierno que ceda y se siente a negociar.
La protesta se da en un contexto de fuerte expansión de la economía que permitió una fuerte mejora de los indicadores sociales. Pero tanto Fernández como su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, fueron a menudo criticados por intransigentes y no dialogar con los sectores empresarios.
El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, aseguró que "este no es un paro (huelga) de los que pierden, es un paro de los que ganan (…) Sería bueno que acepten la propuesta que les hice el mismo día que anunciamos la medida, venir a sentarse a programar el futuro".
Pero las organizaciones rurales aseguraron que no darán un paso atrás hasta que no se desactive el alza a los impuestos.
"No se va claudicar, a capitular de ninguna manera. Es la voluntad que nos otorgan (…) miles y miles de productores, comerciantes, trabajadores y la agroindustria, que están diciendo ‘basta’", dijo Eduardo Buzzi, presidente de Federación Agraria Argentina.
IMPUESTOS
La discusión con los camioneros y el desabastecimiento desviaron el foco de atención sobre la causa inicial de la huelga, que era el alza decidida por el Gobierno en los impuestos a la exportación de soja, girasol y sus derivados.
Esos impuestos, creados en 2002 tras la devaluación del peso como una medida transitoria, son uno de los pilares de la estructura fiscal del Gobierno.
Con el fin de evitar alzas en los valores de los alimentos y de mejorar la recaudación, el Gobierno cree necesario que el Estado se quede con una parte de la renta extraordinaria que goza actualmente el sector rural por los precios récord de los granos en los mercados internacionales.
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