El concepto de gamificación no es nuevo, pero es ahora cuando en muchos proyectos formativos comienza a utilizarse con más frecuencia. La gamificación consiste en aplicar formatos, procesos emocionales y mecánicas de los juegos en diferentes contextos de formación, con la intención de motivar y desafiar a los participantes a la resolución de retos y problemas, que luego pueden extrapolar al mundo laboral.
Hay distintos tipos de gamificación aplicables a la formación, pero la que se realiza, principalmente, es la creación de experiencias a través de historias en las que se desarrolla el proceso de aprendizaje. Se trata de situar al empleado dentro de un determinado entorno con un enfoque inmersivo y plantearle retos, preguntas, actividades y situaciones, en las que tiene que tomar una decisión ante múltiples alternativas y finales.
«Utilizando estos modelos, cada alumno abre diferentes vías de actuación personalizadas e independientes, basadas en respuestas alternativas, para las cuestiones que se le van presentando, hasta llegar al final de su historia. A lo largo de las etapas, se conceden recompensas a los alumnos que superen determinados retos o hitos. Cuando esos logros se hacen visibles para el resto de empleados, surge un tipo de competencia que consigue involucrar a los participantes en el proceso y en muchos casos se consiguen resultados que dan lugar a curvas de aprendizaje realmente impresionantes», afirma Pablo Lobato, CEO de SmartMind.
Asimismo, este tipo de gamificación sirve para entrenar determinados comportamientos, destinados a desarrollar las habilidades necesarias en el trabajo y favorecer la innovación a través de giros o resultados inesperados. Además, pueden dar lugar a líneas de investigación para nuevos modelos de actuación, ante determinadas circunstancias que ocurren en la empresa. En este sentido, cada momento debe definir claramente los objetivos a alcanzar y lo que se pretende que el alumno haga en cada situación. Por ello hay que tener en cuenta los siguientes aspectos clave, en el diseño de diferentes tipologías de juegos:
- Definir con claridad las reglas y las etapas que conducen al éxito.
- Las empresas deben integrar en los procesos de juego, elementos reales de su estrategia de negocio o aspectos esenciales de su cultura.
- Es primordial crear historias atractivas en las que se desarrolle el aprendizaje.
- Diseñar estrategias adecuadas a cada modelo de aprendizaje.
- Garantizar que los sistemas de recompensa impulsan el avance y son realmente motivadores.
- Tener en cuenta que los modelos de microaprendizaje o microlearning constituyen un ecosistema óptimo para la gamificación.
- Permitir al participante practicar situaciones y desafíos de la vida real en un entorno seguro, ya que facilita una mejor retención del conocimiento.
- Aplicar adecuadamente las posibilidades del feedback inmediato que proporciona este tipo de formación.
En definitiva, «si los objetivos de este tipo de formación son lograr niveles más altos de participación, mejorar el rendimiento y estimular la colaboración y la innovación, parece evidente que la gamificación ofrece una gran oportunidad a las empresas para crear nuevos productos con experiencias de aprendizaje, muy superiores a las tradicionales, con enfoques más ambiciosos, optimizando claramente los procesos de formación mediante ciclos de retroalimentación acelerados, manteniendo siempre el modelo de objetivos claros, reglas de juego atractivas, historias interesantes y desafíos que impacten», concluye Pablo Lobato.
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