La inversión en activos intangibles como la investigación y desarrollo, el capital humano, la propiedad intelectual y valores de marca, además de la tecnología y las capacidades analíticas, ha aumentado significativamente durante el último cuarto de siglo, y la pandemia de la COVID-19 parece haber acelerado aún más la transición hacia una economía “desmaterializada” basada en intangibles. El último análisis desarrollado por McKinsey Global Institute “Convertir los intangibles en tangibles: El futuro para el crecimiento y la productividad” indica que existe una correlación entre estos activos y la nueva ola de productividad y crecimiento.
El estudio, llevado a cabo en países como Suecia, Dinamarca, Holanda, Reino Unido, Austria, Francia, España, Finlandia, Alemania, Italia y Estados Unidos, revela que el 10% de las compañías que más crecen invierten 2,6 veces más en activos intangibles que el 50% de las empresas que se encuentran por debajo. A nivel sectorial, las industrias que han invertido más del 12 por ciento de su VAB (valor agregado bruto) en activos intangibles han logrado un crecimiento un 28 por ciento mayor que otros sectores. La relación es más acusada en los servicios intensivos en conocimiento, como los servicios financieros, y en los sectores relacionados con la innovación, como las telecomunicaciones, los medios de comunicación y la tecnología. A nivel de países, las economías que experimentan un crecimiento de la inversión intangible también registran un crecimiento de la productividad del factor total.
Sven Smit, socio senior de McKinsey y copresidente del MGI, declara: “Los intangibles suelen considerarse una categoría de inversión algo esotérica, pero estos activos están transformando las economías. Tradicionalmente, la mayoría de las empresas han pensado que los intangibles más relevantes son la propiedad intelectual y el software, pero también deberían incluir el capital humano y las capacidades digitales y analíticas, organizativas y de gestión que están sustentando la expansión de la economía del conocimiento. Si se adopta este punto de vista más actualizado, se obtendrá una imagen más completa de todo el poder de los intangibles para impulsar el crecimiento”.
España, por detrás de los países europeos en inversión en intangibles como el capital humano e investigación y desarrollo
En el caso de España, según el análisis, es el país que menos invierte en activos intangibles con respecto a los países evaluados, con una inversión media de 5,9 por ciento de su valor agregado bruto (VAB) frente 9,2 por ciento de inversión media realizada en todos los países analizados entre 1995 y 2019. Así, en innovación España invierte un 2,2 por ciento de su VAB frente a 3,7 por ciento de media de todos los países y versus 5,8 por ciento de Suecia, el país que lidera la inversión en investigación y desarrollo.
En términos de inversión en capital humano y relacional, España invierte menos de la mitad que la media registrada de todos los países (1,3 por ciento de VAB y 2,8 por ciento de VAB, respectivamente). Con respecto a inversión en capital digital y capacidades analíticas, España anota un 1,3 por ciento de inversión de su valor agregado bruto frente a la media que se sitúa en 1,7 por ciento. Por último, en términos de propiedad intelectual y valor de marca, España se sitúa por delante de Alemania y Francia, y cuenta con una inversión de 0,8 por ciento de VAB, muy próxima a la media que se sitúa en 1 por ciento.
“A medida que las economías se recuperan de la pandemia, una ola de inversión en activos intangibles podría impulsar la productividad y liberar más potencial de crecimiento económico en los países. La clave será no solo aumentar las inversiones en intangibles, sino garantizar que estas se desplieguen eficazmente”, apunta Alejandro Beltrán, presidente de McKisey en España. “Está en juego un enorme valor, ya que adicionalmente existen sinergias entre los diferentes intangibles. Así, una mayor inversión en capital humano puede repercutir en un mayor retorno de inversión en capital digital y analítico. La inversión en ambos aceleraría aún más la productividad”, añade.
A medida que la economía digitalizada e intangible se extiende, el imperativo de recapacitar el talento se vuelve aún más urgente. Los gobiernos pueden desempeñar un papel clave no sólo en la reconversión profesional, sino también en la garantía de que se cuenta con la infraestructura de conocimientos adecuada, incluyendo la educación, la tecnología de las comunicaciones, la planificación urbana y el gasto en ciencias públicas. Según el análisis, si un 10% más de empresas alcanzara la misma cuota de inversión intangible y de crecimiento del VAB que las que más crecen, esto podría producir más de 800.000 millones de euros adicionales en VAB o un aumento del 2,7% en todos los sectores de las economías de la OCDE.
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