El próximo 15 de mayo se celebra el día internacional de la Familia, un marco en el que la Fundación Adecco, con la colaboración de Gedia, presenta el Informe Discapacidad y Familia. Se trata de la décima edición de este informe, que este año ve la luz en un momento de especial complejidad, aún marcado por la pandemia.
Un año después de la llegada del coronavirus, es un buen momento para realizar balance de su impacto en los hogares que tienen personas con discapacidad. El presente informe basa sus conclusiones en una encuesta realizada 350 familias que tienen hijos con discapacidad, de cara a detectar sus inquietudes y necesidades.
Un menor poder adquisitivo
Según un reciente estudio del Ayuntamiento de Barcelona y la Escuela Superior de Comercio Internacional (ESCI) las personas con discapacidad asumen gastos extra que pueden llegar a los 4000 euros al mes, debido a las terapias y tratamientos necesarios para su salud, prótesis, adaptaciones en el hogar, asistentes, etc. La cobertura 100% pública es muy poco frecuente, por lo que los hogares que tienen personas con discapacidad ven amenazada su dignidad y desarrollo si no disponen de suficientes ingresos para financiar estas necesidades.
La pandemia representa un agravante, al haber desatado una crisis económica y social, cuyos efectos se extenderán más allá del aspecto sanitario. En efecto, durante el último año se ha disparado el desempleo y la incertidumbre se ha instalado en sectores de actividad tradicionalmente críticos para la economía española.
En esta coyuntura, los hogares con personas con discapacidad, que ya de por sí eran más vulnerables, están entre los que afrontan un mayor riesgo de pobreza y/o exclusión social.
Los datos de la presente encuesta así lo avalan. Preguntados por la salud de la economía doméstica, la respuesta es contundente: un 79,7% manifiesta algún grado de dificultad para llegar a fin de mes. En concreto, un 38,9% declara encontrar “muchas dificultades”, seguido de un 22,6% que encuentra “dificultades” y un 18,2% que atraviesa “ciertas dificultades”.
Además, casi 4 de cada 10 (39,7%) ha visto disminuir sus ingresos desde que comenzó la pandemia, mermándose con ello su poder adquisitivo.
Más aislados que nunca
El riesgo de aislamiento y la sensación de soledad han sido, tradicionalmente, dos constantes en la vida de las familias que tienen personas con discapacidad. Sentimientos que se han hecho más visibles durante el último año, debido a las medidas de distanciamiento social.
Así, si los apoyos fuera de la familia nuclear ya eran escasos, hoy son prácticamente inexistentes. Los datos de la encuesta así lo corroboran: un 62,3% de los encuestados ya evitaba recurrir a otros familiares y/o amigos para el cuidado de la persona con discapacidad antes de la pandemia, un porcentaje que hoy se dispara hasta el 80%, ante el temor a propagar el virus.
Según Myriam Ganado, responsable de Plan Familia en la Fundación Adecco: “es frecuente que los padres tiendan a ocuparse del cuidado de su hijo con discapacidad casi en exclusividad, exigiéndose demasiado y aislándose de su círculo social. El principal argumento que esgrimen es el desconocimiento de sus familiares acerca de la discapacidad, el miedo al rechazo o a importunar a los demás. Creencias que hoy se ven reforzadas ante un distanciamiento social impuesto por la pandemia. Es fundamental romper este círculo vicioso que dificulta la normalización, refuerza el estigma y dispara sentimientos de soledad en las familias. Acompañarlos en este proceso es hoy más crítico que nunca para que los hogares con personas con discapacidad no caigan en la exclusión social, convirtiéndose en víctimas dobles de la crisis”.
Retroceso en el proceso de inclusión
La pandemia ha impactado negativamente en el poder adquisitivo de las familias con personas con discapacidad, disparando el sentimiento de soledad. Además, hay una tercera variable que esta encuesta ha querido analizar: ¿qué efectos ha tenido la era COVID-19 en la plena inclusión de las personas con discapacidad?
La gran mayoría d las familias (79,4%) destaca que, durante el último año, se ha producido un retroceso en el proceso de inclusión de su hijo con discapacidad, debido a las medidas de distanciamiento social (42,6%) y a la paralización de terapias y tratamientos (36,8%).
El empleo, máximo anhelo
¿Qué será de mis hijos cuando yo no esté? Esta incógnita acompaña habitualmente a muchas familias durante toda su vida, especialmente cuando la persona con discapacidad no cuenta con la autonomía suficiente para realizar sus tareas cotidianas. Un interrogante que hoy adquiere un protagonismo aún mayor, en tiempos de pandemia, en los que el futuro se dibuja más incierto que nunca.
En este escenario y, al ser preguntados por su principal preocupación de cara al futuro de su hijo con discapacidad, las familias sitúan el empleo en el primer lugar en su ránking de prioridades. Así, un 77% escoge esta opción, seguidos de un 12,5% al que le preocupa sobre todo la “salud” y un 10,5% que menciona la “felicidad” de su hijo con discapacidad como su máximo deseo.
Según Francisco Mesonero, director general de la Fundación Adecco: “las familias buscan un equilibrio entre las tres opciones, pero al tener que escoger solo una, la mayor parte de ellas se inclina por el empleo, ya que es la respuesta transversal para hacer frente a la vulnerabilidad y tiene un impacto indirecto en los otros elementos. Así, trabajar no solo permite desarrollar un proyecto de vida independiente, sino que repercute positivamente en la salud mental y previene la soledad y la exclusión. Además, implica realización personal, impactando en la felicidad de las personas”.
Escasa confianza laboral
A pesar de que el empleo se sitúa en el centro de las preocupaciones de las familias, algo más de la mitad de los encuestados (51,1%) no confía en que su hijo con discapacidad pueda encontrar trabajo en el futuro. En concreto, un 24,6% destaca que, dada la discapacidad y el grado de afectación de su hijo, es complicado que pueda acceder a la empresa ordinaria. Por su parte, un 26,5% considera que existen aún muchas barreras en la sociedad y en las empresas y que este es el principal impedimento para que su hijo con discapacidad pueda integrarse en el mercado laboral.
En el otro lado, un 48,8% se muestra optimista respecto al desarrollo y evolución de su familiar con discapacidad y cree que algún día podrá encontrar empleo y ser autónomo.
La Inteligencia Artificial, nueva fuente de preocupación
Además de estos obstáculos, en los últimos años ha irrumpido un nuevo elemento: la Inteligencia Artificial. No cabe duda del progreso que la revolución digital trae de su mano, pero para las familias con personas con discapacidad es también fuente de preocupación. De este modo, casi 7 de cada 10 encuestados (69,2%) cree que la automatización de puestos de trabajo perjudicará la inclusión laboral de las personas con discapacidad, en la medida en que muchas de ellas desempeñaban puestos de trabajo que hoy se ven reemplazados por máquinas.
Según el informe El empleo de las personas con discapacidad 2020 (con datos de 2019), los sectores de actividad en los que las personas con discapacidad tienen mayor peso es el de las “Ocupaciones elementales” (personal de limpieza de oficinas y hoteles, peones de industrias manufactureras y otros servicios elementales), empleados administrativos y trabajadores de restauración, protección y vendedores. Este tipo de ocupaciones no solo se han visto muy afectadas por la crisis de la COVID-19, sino que sus funciones comienzan a delegarse cada vez más en las máquinas.
Según Mesonero: “el protagonismo de la inteligencia artificial es incuestionable y de ahí la importancia de dotar a las personas con discapacidad de competencias digitales para que puedan convivir con las máquinas y aportar un valor genuinamente humano a los proyectos. El uso crítico, eficiente y seguro de las nuevas tecnologías es ya un imperativo teniendo en cuenta que todos los puestos de trabajo exigen, al menos, intuición tecnológica. Las personas con discapacidad están acostumbradas a convivir con el sacrificio, la superación y la creatividad, y la suma de estos valores con la adquisición de competencias digitales va a ser la clave para que su empleo sea sostenible en el tiempo. Una vez más, vuelve a subrayarse la importancia de las políticas activas de empleo como aliadas para abordar esta transformación digital”.
No me des peces: enséñame a pescar
Esta valoración positiva del empleo como mecanismo contra la exclusión se ve reflejada en otra de las cuestiones planteadas en la encuesta. ¿Las familias tienen preferencia por los subsidios o por las políticas activas de empleo?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que la subsistencia de los desempleados se garantiza a través de dos caminos: los subsidios y las políticas activas de empleo. Los subsidios son ayudas económicas que los poderes públicos otorgan a los ciudadanos en riesgo de exclusión para que puedan acceder a los bienes y servicios básicos, mientras que las políticas activas de empleo son inversiones destinadas a dotarles de recursos y herramientas para acceder al mercado laboral y ser autosuficientes.
Es evidente que ambas modalidades son necesarias y complementarias para garantizar la cobertura de las necesidades de las familias que más lo necesitan. Sin embargo, la presente encuesta ha querido conocer la percepción de las familias en torno a esta cuestión, en aras de averiguar si la balanza se inclina más hacia la ayuda económica o hacia la adquisición de competencias para el empleo.
Las respuestas arrojan una preferencia por esta última opción. Así, y aunque un 55% de los encuestados coincide en que la mejor opción es un equilibrio entre ambas modalidades, un 43,5% se decanta por las políticas activas de empleo como mejor fórmula para garantizar el futuro de su hijo con discapacidad, mientras que solo un 1,5% se inclina por las prestaciones.
Según Francisco Mesonero: “el proverbio no les des peces, enséñales a pescar resume muy bien la opinión de las familias. Si bien la mayoría coincide en la importancia de combinar los subsidios con las políticas activas, son también muy conscientes de que el empleo es la respuesta integral a todas las situaciones de exclusión, al proporcionar independencia económica, realización personal y red de contactos. Por tanto, siempre que sea posible, los subsidios deben complementarse con medidas de acompañamiento que incrementen la empleabilidad de las personas con discapacidad y atajen las raíces de la exclusión”.
Asimismo, el directivo añade que: “ante una crisis como la actual, las políticas activas de empleo deben ser la apuesta para estimular la incorporación de las personas con discapacidad al mercado laboral, cuya tasa de actividad sigue siendo exigua: solo un 34% de los que tienen edad laboral tiene empleo o lo busca. Para ello, deben generarse marcos de actuación diferentes que impulsen la innovación y la eficiencia, a través de colaboración público-privada que permita enfocarse en las necesidades de las personas con discapacidad y sus familias”.
Los comentarios están cerrados.