El entorno actual requiere líderes capaces de desarrollar equipos y obtener lo máximo posible de ellos. Esto significa entender cómo son los procesos de desarrollo de capacidades y obtener lo mejor de otros, pero no “exprimirlos” contra su voluntad o generando espacios de temor o autoritarismo. Lo óptimo es crear los espacios de confianza, responsabilidad y participación que faciliten la mayor aportación posible de los miembros de un equipo.
“Por el contrario, existen situaciones que día a día van minando la eficacia de un equipo y que son comunes en muchas organizaciones. Son aspectos que contribuyen a que el equipo “descarrile”. Si no se toman medidas correctoras, no sólo afectará a ese grupo, sino además contagiará a las demás áreas de la empresa”, indica André Ribeiro, director de BTS para España.
1. El equipo confunde su propósito con el propósito de la organización
El propósito del equipo es la consecución de objetivos para la organización en la que trabajan. Cualquier malentendido acerca de ello, dará como resultado un equipo menos efectivo, debido a que tomará decisiones desacertadas y no adecuadas ni a su departamento, ni a su empresa.
2. Falta de confianza: el equipo no se toma el tiempo de construir confianza y seguridad
La confianza auténtica, dentro de un equipo, es necesaria para permitir que sus miembros contribuyan plenamente. Si no existe esta confianza, los empleados son silenciados y nunca aportarán soluciones nuevas, creativas, innovadoras e incluso provocativas a los problemas.
3. El equipo tiene pautas de comportamiento poco claras
Los equipos sin pautas claras adoptan el comportamiento del mínimo común denominador, lo que provoca que se formen malos hábitos y se conviertan en el status quo, lo que lleva a una espiral descendente de efectividad.
4. Tamaño inflado: el equipo ha crecido demasiado
El tamaño del equipo importa más de lo que se cree. Permitir que más personas se unan al equipo, sin más criterio que el tamaño, no es una estrategia efectiva. Demasiadas personas poniendo sus aportaciones, hacen que sea más difícil tomar decisiones, más aún si su cualificación no ha sido la acertada para engrosar las filas del grupo.
5. Sopa de reunión: el equipo no tiene disciplina en las reuniones
Mezclar temas tácticos y estratégicos en la misma reunión confunde la estructura y evita la toma de decisiones efectiva. Asimismo, la sopa de reunión provoca que el equipo debata con escasa profundidad sobre los asuntos estratégicos más importantes, para el éxito a largo plazo de la organización.
6. Falta de enfoque: el grupo no prioriza sus esfuerzos
Si todo es interesante, nada lo es. Cuando el alcance de las prioridades del equipo llega a ser demasiado, es imposible lograr su propósito, porque no hay suficiente atención en lo que realmente se necesita hacer con más apremio.
7. Sin reflexión: el grupo no dedica tiempo a reflexionar sobre cómo funcionan en equipo
No tomarse el tiempo para mirar hacia atrás en lo que ha sucedido y revisar los éxitos o fracasos, evita que los equipos aprendan de sus errores o comprendan por qué se lograron o no los objetivos.
8. Presencia débil: el grupo no está involucrado durante las reuniones
Permitir el uso de teléfonos móviles u otros dispositivos en las reuniones estimula la distracción en los participantes, incluso si pretenden mantenerse interesados, siempre puede haber mensajes o llamadas entrantes. La eliminación de estas distracciones promueve el compromiso y la participación activa.
9. Responsabilidad insuficiente: los líderes no se hacen responsables de la colaboración multifuncional
Cuando los líderes proponen que colabore el grupo sin ejemplificarlo ellos mismos, se están perjudicando y desacreditando. Un equipo es, en esencia, una unidad multifuncional. Liderar con el ejemplo es fundamental.
10. Confusión de lealtad: los líderes no pueden ver el panorama general
Este “descarrilador” es el más importante. En este caso, los líderes del grupo actúan como representantes, en lugar de miembros del equipo. La falta de actuación por el interés del equipo y la organización, es una receta cuyos ingredientes llevan al fracaso.
André Ribeiro pone como ejemplo: “una empresa de construcción estaba cargada con innumerables reuniones, todas aburridas, ineficaces y pérdida de tiempo. Las reuniones fueron largas e ineficaces porque los líderes no se centraron y pasaron mucho tiempo en sus teléfonos o portátiles en lugar de concentrarse en los asuntos en cuestión. Esta organización ejemplificó tres “descarriladores”: sopa de reunión, falta de enfoque y presencia débil. Alterar la estructura y asegurar el enfoque de todos los líderes, tanto en términos de alineación al propósito del equipo como a la reunión, deben ser fundamentales para superar estos problemas”.
Este escenario demuestra lo fácil que es que puedan existir “descarriladores” en los equipos de las organizaciones. Son ejemplos claros de líderes disfuncionales, que no pueden tomar decisiones ni hacer nada, lo cual es muy problemático para un equipo.
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