Reino Unido puede prepararse para un amargo cocktail de anemia salarial, inflación al alza y subida de tipos, en un contexto en el que el crecimiento será menor del anticipado hace apenas tres meses. El diagnóstico del Banco de Inglaterra (BoE) transcurrido poco más de un año del referéndum que certificó la salida de la Unión Europea habrá agriado el verano al británico medio, que hasta ahora ha intentado sortear a golpe de crédito el impacto que la votación ha provocado sobre los estándares de vida. Solo en los últimos doce meses el préstamo personal ha crecido un 10%, peligrosamente por encima tanto de la mejora de los sueldos, como de la del PIB.
El BoE, que decidió ayer por seis votos a dos mantener los intereses en el mínimo histórico del 0,25%, ha rebajado las previsiones de crecimiento para este año y el próximo, siguiendo la tendencia iniciada hace escasas semanas por el FMI. Según explicó el gobernador, la incertidumbre del Brexit ya se está dejando notar en la economía, sobre todo en la inversión empresarial, lo que ha obligado a la entidad a reducir en dos décimas la estimación para 2017, que se queda en un 1,7%, y en una la de 2018, cuando el PIB caerá al 1,6%. Además, el año que viene los sueldos mejorarán apenas un tres%, medio punto por debajo de lo que había previsto en mayo.
Todos estos ingredientes han complicado la tarea del banco central, que ha reducido el foco sobre uno de sus cometidos fundamentales, controlar la inflación, para evitar aumentar la asfixia sobre una ciudadanía cuyos ingresos están sufriendo debido a la frenética intensidad del IPC. Dado el crónico desequilibrio del modelo productivo británico, en el que más de tres cuartos son acaparados por los servicios, el BoE es consciente de que no puede permitirse asestar una dentellada al motor de la economía.
Su papeleta, con todo, es delicada. En otras circunstancias, ni siquiera existiría debate en materia de intereses: con una inflación cada vez más lejos del objetivo del 2% y un paro en mínimos de cuatro décadas, la lógica recomendaría endurecer la política monetaria. Sin embargo, el daño al consumo podría ser letal para la economía, por lo que el banco ha decidido mantener la heterodoxia.
En este sentido, existe inquietud por el elevado endeudamiento de los británicos, animados por los bajos intereses, una fiebre con adversos efectos secundarios cuando llegue la subida, movimiento que, aunque inédito desde hace 120 meses, resulta inevitable a medio plazo.
La libra cae a su mínimo de nueve meses
La libra confirmó ayer su papel como médium de referencia de las sensaciones de los mercados, con una caída a mínimos de nueve meses en relación al euro como consecuencia del pesimismo del Banco de Inglaterra (BoE) ante los efectos del Brexit sobre la economía.
La rebaja de las previsiones de crecimiento económico y sueldos asestó un fuerte golpe para la divisa británica, única variable que ha dado acuse de recibo del resultado del referéndum de junio del pasado año. La visión de Mark Carney, quien declaró que la «incertidumbre» ante el divorcio comunitario pesa ya en inversión empresarial y salarios, llevó la equivalencia de la libra en relación al euro al 1,106, a pesar de que había abierto la jornada en 1,2.
También sufrió el cambio de divisa en relación al dólar, a pesar de que ayer por la mañana había llegado a máximos de hace ocho meses y de que los analistas asumen, tras la intervención de Carney, que cualquier movimiento en materia de política monetaria tendrá que esperar y será gradual.
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