Los hábitos alimentarios, demográficos y sociales han propiciado el desarrollo de productos con un valor añadido para el consumidor. En la industria de panadería, una de las mayores innovaciones orientadas a satisfacer las necesidades y sofisticación de los compradores ha sido el pan de molde. Pan cortado en rebanadas y envasado que proporciona una vida de almacenamiento más prolongada al producto.
La tradicional barra de pan previamente cortada y posteriormente envasada para su comodidad se vendió por primera vez el 7 de julio 1928 gracias a Otto Rohwedder, un joyero americano que cansado de rebanar él mismo el pan inventó una máquina que lo cortara en perfectas rebanadas. Esta exitosa máquina llegó a España en 1964 cuando un empresario mexicano de origen catalán decidió crear en Granollers (Barcelona) la primera empresa de pan industrial de molde.
La principal ventaja del pan de molde respecto al pan tradicional es su fácil masticación pero sobre todo su buena conservación para el consumo durante varios días, muy superior al del pan común, así como su adecuación a determinados usos específicos en la gastronomía.
Por ello, este tipo de pan requiere una formulación y unas condiciones de proceso diferentes a las del pan común. En concreto, las empresas que elaboran pan de molde trabajan con harinas de fuerza y poco extensibles, y lo más exentas posible de actividad proteolítica, de modo que resistan bien todo el proceso.
En este sentido, la principal diferencia con el pan común, aparte de su textura, es que en el caso del pan de molde el contenido en grasa, proteínas y fibra es algo mayor que en el tradicional, lo que le convierte en un producto más palatable, más blando y menos perecedero, conservándose en buen estado durante más tiempo.
Los comentarios están cerrados.