RRHH Digital. El grupo siderúrgico catalán Celsa (Compañía Española de Laminación) acudió hace casi dos meses al Gobierno vasco para solicitar apoyo financiero para sus plantas vascas. En la actualidad tiene dos en Álava, en Urbina y Vitoria, bajo la filial Celsa Atlantics; y otra en Vizcaya, Nervacero. Entre todas ellas suman una plantilla de 700 trabajadores.
La gravedad de la situación de las plantas vascas, cuya producción va dirigida especialmente al sector de la construcción, hizo que se reuniese el Consejo Vasco de Promoción Económica, en el que están integrados el Gobierno vasco y las tres Diputaciones Forales, y acordó respaldar a Cepsa a través de un crédito participativo de 5 millones.
Esta cantidad es similar a la aprobada para anteriores casos, como el de La Naval de Sestao (CNN) o Corrugados de Azpeitia (antigua Marcial Ucín, ahora integrada en el Grupo Gallardo). En el caso de La Naval la ayuda no se ha hecho aún efectiva, ya que sigue pendiente de que el astillero cumpla una serie de requisitos, mientras que en el de Corrugados se ha ejecutado ya.
Al igual que en los casos anteriores, el Consejo Vasco de Promoción Económica condiciona la entrega de las ayudas a que el grupo Celsa presente un plan industrial y de viabilidad, que asegure sus actividades en el País Vasco, y a que logre un pacto social con sus trabajadores.
Las tres plantas del grupo Celsa en Euskadi dan trabajo directo de unos 700 trabajadores, cifra un 40 por ciento inferior a la alcanzada antes de comenzar la crisis, en que llegaba a sumar 1.200 personas. Celsa entró en el País Vasco con la compra de Nervacero (antigua Unión Cerrajera) en 1988 en plena recoversión industrial. Después, en 1996 adquirió a la familia Arregui la firma alavesa Laminaciones Arregui.
Anuncio de cierre
En abril la dirección de Celsa presentó sendos Expedientes de Regulación de Empleo en las filiales alavesas y en la vizcaína que implicaban reducciones de personal, reducciones de sueldo de más de un 20 por ciento, vincular la evolución de los salarios a los beneficios de la compañía, aumentar la jornada laboral anual y establecer medidas de flexibilidad laboral en función de los calendarios de producción. En el caso alavés contemplaba 91 despidos y en el de Nervacero 55.
En ambos casos, la propuesta de la empresa chocó con la oposición de los sindicatos que no aprecian que haya un plan industrial serio y que no se vayan a seguir reduciendo las plantillas progresivamente como así ha sucedido en los tres últimos años.
Según el comité de empresa de Celsa Atlantics, la dirección de la compañía les indicó que el nuevo ERE era la alternativa al cierre de las factorías alavesas. Parece Celsa ha optado por el cierre, así se lo comunicó la semana pasada al Comité, lo que supone el despido de sus 352 trabajadores. Esta semana volverán a reunirse y el Comité espera que se trate sólo de un ‘órdago’ para forzar la negociación y aceptación del ERE original.
La compañía no ha querido ofrecer explicación alguna sobre su situación en Euskadi, ni sobre el conjunto del grupo, a pesar de los intentos hechos por elEconomista.
Preocupación en Nervacero
El anuncio del cierre de las fábricas alavesas preocupa mucho a los 355 trabajadores de Nervacero, que temen que la empresa pudiera optar por una medida similar en la cabecera vizcaína. Además se da la circunstancia que parte de la producción de Nervacero está vinculada directamente a Celsa Atlantics.
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