RRHH Digital. Los jefes cabrones pasan marrones, se cuelgan medallas, son egoístas y se aprovechan sin escrúpulos de la gente. El “cabronazgo” es un mal que afecta cada día a más empresas de nuestro país. Durante la presentación del libro “¿Hay que ser cabrón para llegar a ser Director General?” en Cesma Escuela de Negocios, la co-directora del Programa de Alta Dirección para Directivas y Empresarias de CESMA, Pilar Gómez Acebo, se refirió a la falta de liderazgo como el principal problema de la clase empresarial de nuestro país. “El informe Merco revela que más del 80% de los empleados tiene una mala opinión de su jefe. Estos datos deberían hacernos reflexionar sobre nuestra capacidad para gestionar empresas” añade Gómez Acebo.
El jefe cabrón nace, se hace y además es contagioso
Hay varios tipos de jefe cabrón pero los motivos que hay detrás de cada uno de ellos son casi siempre los mismos. La incompetencia, la inseguridad, la baja autoestima y el miedo al fracaso son factores que influyen en la mayoría de los casos. Esto explica que con los años se aprenda a ser menos cabrón. Conocerse, saber cuáles son los límites de cada uno e identificar las fortalezas son requisitos clave para la gestión de equipos.
Pero la edad no es siempre un factor positivo. Un viejo conocido del “cabronazgo” es el director general cuyo único mérito para ocupar el puesto es el de haber acumulado más años trabajando en la empresa que el resto. El mayor defecto de este profesional es la inseguridad. Trabaja rodeado de gente más joven que él, con conocimientos tecnológicos y de idiomas. Este director general paga su falta de confianza con sus subordinados, no haciéndose responsable de los errores del equipo.
El trepa es otro clásico de esta sección, el cabrón por excelencia. La escala de valores de la sociedad actual ha cambiado. La sociedad de consumo premia al que más tiene y transmite una visión desvirtuada de la ambición. La competitividad es una de las características que más se fomentan y debe fomentarse en los centros universitarios. Sin embargo, la competitividad mal entendida o llevada al extremo es nociva. En este sentido, Miguel Valiente Blanco, Consejero Delegado de CESMA comenta “Nuestra escuela de negocios trabaja muy duro para adaptar los cursos que imparte a los cambios de la sociedad actual. Inculcar la ambición a los estudiantes es parte de nuestro trabajo pero desde un punto de vista positivo. En Cesma transformamos las maneras de dirigir y educamos para que el mérito profesional sea resultado del esfuerzo y del afán de superación, nunca de la asfixia y la explotación de los subordinados”.
Lo que sí hay que hacer para ser un buen director general
El buen director general exige, despide y se enfada pero es franco, va de frente y es muy previsible. Los autores de “¿Hay que ser cabrón para llegar a ser director general?”, Antonio Agustín y Sofía Delclaux, se basaron en la experiencia de cinco directores generales para demostrar que ser un trepa puede funcionar pero sólo a corto plazo.
En este sentido, Bill Berrenguer, ex-consejero delegado de Kellogg’s y uno de los protagonistas del libro, insistía en que “si no amas a tu gente y si no tienes respeto por ellos, nunca podrás llegar a ser un buen director general”.
Por su parte, Benito Vázquez, consejero delegado de Everis, explica que en su opinión “ser líder es ser honesto y reconocer tus límites, dejando participar a los trabajadores con sus conocimientos en la estrategia empresarial. Lo primero que tiene que saber un jefe es que no puede ni debe saberlo todo, tiene que poder confiar en su equipo para las cosas a las que él no puede llegar”.
En esta línea, Miguel Valiente Blanco, consejero delegado de CESMA, mantiene que un jefe “no cabrón” es aquel que hace bien su trabajo, posee talento y sabe gestionar a las personas que están a su cargo. Este tipo de directivo fomenta la colaboración de sus empleados y fortalece su autoestima, para conseguir los mejores resultados.
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