RRHH Digital. «Más que en ninguna otra época, las empresas, las organizaciones y las instituciones están sufriendo innegables cambios y transformaciones que afectan de manera distinta a todas las áreas de trabajo. Estos hechos han obligado a modificar los papeles y las funciones de los directivos, pasando de un enfoque tradicional a uno más moderno y activo. En este sentido, las estructuras de poder, tal cual las conocemos en su sentido más habitual y cerrado, no valen», comenta Emilio Molinero en el prólogo de la obra.
De las circunstancias actuales deriva la importancia que adquiere La soledad del directivo, una obra que analiza la flexibilidad de los directivos a la hora de adaptarse a nuevos entornos desde un punto de vista antropológico.
A lo largo del libro Javier Fernández Aguado y José Aguilar se centran en la soledad, entendida como uno de los problemas más habituales en las organizaciones, capaz de generar un excesivo aislamiento de los directivos y de frustrar cualquier toma de decisión y distinguen entre la buena soledad, «la que permite tomar decisiones sólidas, con responsabilidad personal y libremente asumidas» y la mala, «que procede de un aislamiento fruto del egoísmo, de la timidez, de la falta de comunicación, del engreimiento…», defendiendo la necesidad de evitar el autoritarismo, reforzar la responsabilidad en la toma de decisiones y fomentar la participación en equipo.
La soledad del directivo, que recoge las experiencias de muchos directivos con los que los autores tratan habitualmente, invita «a reflexionar sobre los modos que pueden emplearse para distinguir si la soledad de un directivo es buena o mala. Se trata de un libro de pensamiento, que reclama cavilación para la acción».
Además, los autores abordan una de las cuestiones más importantes en la actualidad: «la necesidad de crear equipo, de lograr que todos se involucren en los proyectos, con el objetivo de evitar la dicotomía entre quienes actúan de locomotora y quienes se dejan arrastrar con mayor o menor voluntariedad»; y reflexionan sobre la necesidad de tomar decisiones y de responsabilizarse de las mismas.
Cambios rapidísimos, tiempos de toma de decisión cada vez más cortos, formación a veces incompleta y cierta falta de rigor –«la ventaja de la flexibilidad a veces se ve dañada por la poca profundidad de algunas decisiones»– son otros de los retos a los que se enfrenta el directivo español además de la soledad, agravada en muchas ocasiones por la falta de un equipo de confianza.
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