RRHH Digital. El decreto gubernamental que define la reforma laboral y que ayer fue convalidado en el Congreso a nadie satisface, el resultado de la votación, más abstenciones que votos a favor, es un fiel reflejo de la inestable situación socio-económica actual en la que el mercado laboral demanda una reforma de calado que con responsabilidad social flexibilice el mercado de trabajo. Ahora se ha de tramitar por la vía de “urgencia” en un gesto de improvisación más del Ejecutivo español. Nada bien programado, bien desarrollado, todo con la prisa del que deja lo urgente y lo importante para el último momento. Sin criterio fundamentado, sin proyección de futuro, visto siempre desde el cristal de la provisionalidad.
¿Es esta la reforma que vinculará a empresas, trabajadores y sindicatos?, la que si no se refrenda ya, con urgencia, se utilizará para no impulsar la contratación, la que sólo aporta el abaratamiento del despido como motor reformista.
Y mientras los sindicatos, mejor dicho, no “los sindicatos” sino los sindicatos CCOO y UGT, se reafirman en su convocatoria de una huelga general el próximo otoño. Estos que siguen empleando un discurso anclado en el comienzo del siglo XX, que piden el respaldo de todos los trabajadores a sus convocatorias, pero que no son capaces de hacer un gesto de solidaridad y renunciar a las suculentas subvenciones, a los fondos para la formación, o a las generosas dietas y, sin embargo, son capaces de subirse el sueldo en tiempos de crisis. Los grandes gestos son importantes porque de lo contrario provocan el rechazo generalizado de toda la sociedad.
Asistimos al mayor deterioro de la imagen del sindicalismo desde el comienzo de la democracia, al que ha dado el golpe de gracia la noticia del incremento salarial de los dirigentes y empleados de CCOO y UGT.
Confederación de Cuadros y Profesionales (CCP), una organización sindical que lleva 25 años representando y defendiendo a un sector de trabajadores cada vez más emergente y con más peso en nuestras empresas como son los cuadros, mandos intermedios y profesionales, representamos un sindicalismo distinto, nos avala nuestra trayectoria y creemos que ha llegado el momento de ocupar nuestro sitio, el lugar que nos corresponde en la concertación y el diálogo social para defender, desde una postura reflexiva, meditada, consensuada, constructiva e independiente, los intereses y derechos de todos los trabajadores. Los profesionales no somos el problema sino la parte de la solución.
CCP no está de acuerdo con el anuncio de una huelga general por muchos motivos, pero el principal y el que deberían tener en cuenta los que se hacen llamar “los representantes de los trabajadores”, es porque no beneficia a nadie, al menos a nadie de esos más de cuatro millones de parados, ni a los funcionarios que este mes de junio van a ver su nómina reducida, ni a los jóvenes cansados de enviar decenas de currículos sin recibir una sola propuesta de trabajo, ni a los que no pueden conciliar el sueño ante el preaviso de cierre de sus empresas, y así hasta un largo etcétera.
No estamos para perder el tiempo, ni los miles de millones que supone paralizar, o intentar paralizar, un país durante un día. La convulsión social que genera provocaría, además, una mayor pérdida de imagen de cara a nuestros socios comunitarios. ¿Y después qué nos queda? Desde CCOO se pide trabajar para conseguir que la huelga general sea un éxito, y desde CCP nos preguntamos ¿es esta la mejor manera de arrimar el hombro para mejorar la situación que padecemos?
Desde CCP fomentamos el trabajo, pero no para plantar cara al Gobierno porque, ahora mismo, queramos o no, debemos remar en la misma dirección, ser todos uno, al margen de nuestros intereses particulares. Se apuesta por la implantación del modelo alemán, pero lo que no se dice es que el fundamento de este modelo se encuentra en el orgullo de los trabajadores hacia sus empresas, en la productividad, el posicionamiento y la importancia social de éstas.
Desde CCP siempre hemos defendido, y ahora más que nunca, que hay que buscar la excelencia de nuestras empresas, su competitividad y, asimismo, la obtención de beneficios empresariales responsables y compartidos. Para conseguir este objetivo es fundamental el papel de los cuadros y mandos, éstos deben ser trabajadores preparados, con formación, técnicos y profesionales cualificados que sepan mandar y dirigir un equipo de trabajo. El rendimiento de los trabajadores es una responsabilidad de sus mandos y éstos deben saber implicar y motivar a sus empleados para conseguir que éstos se sientan orgullosos de pertenecer a sus empresas. La productividad de éstas contribuirá al mismo tiempo al desarrollo de España. El país, en consecuencia, se sentirá orgulloso de su tejido productivo.
Estamos cansados de que a los trabajadores españoles nos representen los de siempre, esos que no son capaces de hacer ninguna concesión si se les toca el bolsillo y el único recurso que tienen es generar más problemas de los que ya tenemos. Nuestra sociedad demanda respuestas, medidas a corto y medio plazo que nos permita salir de la crisis financiera y económica en la que estamos sumidos. El panorama sindical debe cambiar porque al ciudadano ya no se le conquista con un discurso populista, ni con convocatorias estériles o perjudiciales, sino con respuestas ante una realidad social, económica y mundial muy distinta a la que teníamos años atrás.
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