RRHH Digital. El primer año de mandato del presidente estadounidense, Barack Obama, coincidió con un período negro para el poder adquisitivo de los estadounidenses, que debieron enfrentarse a la crisis del empleo y un alza espectacular de los precios de la gasolina.
Entre despidos, desempleo parcial y un recurso muy prudente al empleo temporal, las empresas estadounidenses trasladaron a sus asalariados buena parte de sus dificultades. En consecuencia, el nivel de las remuneraciones se redujo sensiblemente.
Los salarios semanales reales -corregidos por la inflación- cayeron un 1,6% en Estados Unidos en 2009, la mayor caída desde 1990, tras el salto del 3,1% en 2008, según cifras publicadas el viernes por el departamento de Trabajo.
En 2009, medida en proyección anual, la inflación se situó en un 2,7%, pero lo que más afectó a los estadounidenses fue el inédito alza de los precios de la gasolina: +53,5%.
De todos modos, los precios en las gasolineras podrían hacer soñar a los automovilistas de otros países: 2,76 dólares el galón (3,785 lts) en promedio para la gasolina común, pero los estadounidenses resienten pagarlo más de 2,50 dólares.
Por el contrario, otros precios bajaron en 2009: los de la alimentación (-0,5%) y en particular los alimentos consumidos a domicilio (-2,4%), vivienda (-0,3%), electricidad (-0,5%) y principalmente los del gas (-18,1%), aunque probablemente ello se note menos.
«Además de un desempleo en un 10%, el alza de los precios de la gasolina, la reciente caída de los precios de las viviendas y la incertidumbre sobre la reforma de la salud, podrían estar socavando la confianza de los consumidores», subraya Scott Hoyt, de Moody’s ‘Economy.com’.
La cota de popularidad de Barack Obama refleja estas dificultades: según un sondeo de la universidad Quinnipiac, son tan numerosos los estadounidenses que consideran su gestión positivamente (45%), como quienes la califican en forma negativa. En junio de 2009, eran un 59% los votos positivos y 31% los negativos.
Cuando Obama fue electo, sus partidarios podían criticar el flagrante fracaso de su predecesor George W. Bush en cuanto a elevar el nivel de vida de los estadounidenses.
En 2008, el ingreso promedio (expresado en dólares de 2008) había caído a su nivel más bajo en 10 años y entre 2000 y 2007, nunca había superado el récord de 1999, estancándose entre 50.000 y 52.000 dólares.
Pero 2009 podría no haber sido mejor, dado que la tasa de desempleo superó la barra de 10% por primera vez desde 1983.
Las familias estadounidenses también se empobrecieron con la caída del valor de sus inmuebles. Según datos de la Reserva Federal, éste era al 30 de septiembre un 10,5% inferior a un año antes y un 28% menor al pico de 2006.
Estos mismos hogares soportan una deuda muy pesada. En el tercer trimestre, sus rembolsos representaban un 12,9% de sus ingresos disponibles, hecho que no se había registrado en las últimas décadas.
Lógicamente, el futuro de sus finanzas personales les inspira temor y lo expresan a los institutos que sondean la confianza de los consumidores en la economía del país: según Conference Board, 18% de los estadounidenses preveían en diciembre un descenso de sus ingresos en los siguientes seis meses, contra 10,3% que esperaban un alza y 71,7% que apostaban a la estabilidad.
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