RRHH Digital. SOS Corporación Alimentaria prevé dejar en 2010 los ‘números rojos’ y obtener beneficios «importantes», una vez que empieza a remitir la «tormenta casi perfecta» que provocó la gestión de los hermanos Jesús y Jaime Salazar, quienes fueron destituidos el pasado abril por un supuesto desvío de más de 230 millones de euros.
Así lo señalaron ayer el presidente del grupo alimentario, Mariano Pérez Claver, y su consejero delegado, José Manuel Muriel, quienes afirmaron que las provisiones –que entre 2008 y 2009 suman 365 millones de euros– «se han acabado», por lo que, aunque el presente ejercicio cerrará con pérdidas, el próximo año el balance será «limpio» y se comenzará a «crear valor» para el accionista.
Según recoge el plan de negocio diseñado por el nuevo equipo de dirección, el resultado bruto de explotación (Ebitda) recurrente se situará este año en torno a 95 millones de euros, y en 2010 la previsión es alcanzar los 115 millones.
Los directivos se mostraron seguros de que «en un plazo no demasiado largo» se cerrará el acuerdo con la banca para reestructurar su deuda, que se sitúa en 1.200 millones de euros, mientras que, en relación con las desinversiones proyectadas, avanzaron que han recibido una oferta vinculante por las hectáreas de olivar del ‘Proyecto Tierra’, por unos 30 millones de euros.
Pérez Claver repasó el impacto que la crisis interna ha tenido en la compañía, con un «grave daño reputacional», reducción del plazo de pago a los proveedores, a quienes se está pagando al contado, y congelación de nueva financiación, al tiempo que explicó que, una vez superada la «etapa crítica», la estrategia se centra en el «refortalecimiento y rearme» del grupo.
A este respecto, Muriel, quien remarcó que el negocio «está progresando adecuadamente», avanzó que la compañía será «muy agresiva» en materia comercial y que reducirá sus precios en todo el mundo, tanto en aceites como en arroz, para recortar su diferencia con las marcas blancas y ganar cuota de mercado. En Estados Unidos, SOS ya ha obtenido buenos resultados con la bajada aplicada a Bertolli, y en España comenzará este mes.
La estrategia de reducción de precios será posible por la estabilización de la materia prima y por el plan de ahorro de costes puesto en marcha por el grupo, que, entre otros puntos, recoge la renegociación de sus contratos (en seguros reducirá en un millón de euros sus pólizas).
ENTRA EN LA RESTAURACION
Además, el fabricante de Carbonell y Koipe está cerrando un acuerdo con una empresa para entrar a partir de febrero en el canal ‘horeca’ –hoteles, restaurantes y ‘catering’–, donde no tenía presencia, pese a que concentra un 30% del mercado. Muriel recordó además que ha vuelto a vender en Carrefour, tras cinco años sin estar en sus establecimientos, y señaló que prevé reforzar su presencia en El Corte Inglés, que vende el 50% del aceite virgen extra.
«Somos optimistas y volvemos a arriesgar», declaró el consejero delegado, quien afirmó que, desde el punto de vista de la gestión, ha pasado la etapa «más crítica» y el grupo «se ha acostumbrado a trabajar como una empresa pobre», dado que «vive» del circulante y está sacrificando ventas y promociones por falta de fondos para adquirir materia prima.
Tras apuntar que esta «situación de interinidad» se debe resolver, los ejecutivos afirmaron que han solicitado a la banca un esfuerzo para agilizar la reestructuración de la deuda. Así, pretenden cerrar antes de final de año un acuerdo sobre un ‘stand still’ (compromiso de espera) de tres meses (hasta el 15 de marzo de 2010) solicitado por el grupo, que está pagando los intereses de sus préstamos, pero no el principal.
«La banca está tranquila, porque la compañía está generando caja y pagando sus intereses», remarcaron los directivos, quienes afirman que «nadie tiene prisas» en relación con las desinversiones, puesto que el objetivo es lograr un «precio justo» y no «malvender».
Por otro lado, Muriel defendió el Expediente de Regulación de Empleo (ERE) temporal presentado para todos los centros en España, dado que la plantilla «es muy alta» y, ante el exceso de capacidad de producción, el grupo no se podía permitir tener personal «ocioso» ni dejar que la banca pidiese medidas más duras.
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