RRHH Digital. El veterano John Sweeney (76 años) deja la presidencia después de 14 años al frente de la principal central de los EE UU. Le sustituirá el secretario-tesorero Richard Trumka.(60 años). Tras 8 años de hostilidad del Gobierno de George W. Bush al sindicalismo estadounidense, el Presidente Barack Obama se dirigirá hoy al Congreso de la AFL-CIO. La Ministra del Trabajo, Hilda Solís, de origen nicaragüense y primera mujer hispana en el Gobierno, anticipó ayer entre las ovaciones de los delegados el compromiso del Gobierno de Obama con las dos principales reformas que han llenado la atención del Congreso: la sindical (Free Choice Act) y la sanitaria. Javier Doz e Isabel Runkle (Secretaría de Internacional) asisten al 26 Congreso de la AFL-CIO en representación de CCOO.
La ciudad de Pittsburgh, en el Estado de Pensilvania, que dentro de 10 días acogerá también a la Cumbre del G20, lo hace esta semana con los más de mil delegados e invitados (entre ellos 150 internacionales) que se han reunido en su Palacio de Convenciones para asistir al 26 Congreso de la AFL-CIO. Los 702 delegados asistentes representan a una afiliación de cerca de 8,5 millones de trabajadores, agrupados en 37 federaciones y sindicatos nacionales de muy distinto tamaño (entre 100 y 1,4 millones de afiliados).
John Sweeney deja la Presidencia de la central, cargo para el que fue elegido en 1995, dejando paso a la persona que hasta el momento ha ocupado el otro cargo importante que el Congreso elige, el tesorero Richard Trumka. No hay que olvidar que el presidencialismo de la política norteamericana se extiende a otros ámbitos de su vida social. Sweeney, de 76 años, no pudo retirarse hace cuatro, como tenía pensado, porque su sucesión, mezclada con otras razones, motivó en el anterior Congreso de Chicago la escisión de la central de cuatro de sus sindicatos más grandes, que se llevaron a 4 de los 12,5 millones de cotizantes que entonces tenía para formar la confederación Change to win.
La sangría de afiliación del sindicalismo estadounidense, constante desde finales de los años 50, podría haberse parado si se confirma el aumento neto que han tenido el conjunto de las organizaciones sindicales (a las dos mencionadas hay que añadir el principal sindicato del país, la Asociación Nacional de Educación (NEA), que tiene 3 millones de afiliados). Dicho aumento, de unos 800.000 afiliados netos, se ha producido sobre todo en el sector público. La AFL-CIO confía en que dicha tendencia se consolide y aumente si se aprueba la Ley de la “libertad de elección” (Free Choice Act) promovida por la izquierda del Partido Demócrata desde 2003 para garantizar los derechos sindicales y facilitar la afiliación y creación de los sindicatos. Esto es muy necesario en los EEUU, especialmente en el complejo y difícil momento en el que los trabajadores deciden crear un sindicato en una empresa y se ven sometidos a todo tipo de amenazas, incluida la del despido, por los empresarios. Los sindicalistas estadounidenses confían en que, con el apoyo decidido de Obama, la mayoría demócrata del Congreso vote el proyecto de Ley sin rebajar demasiado sus contenidos. Este apoyo del Gobierno fue prometido por Hilda Solís, la Ministra del Trabajo, en su intervención en el Congreso de Pittsburgh, aunque no descendió a detallar su posición en los aspectos más controvertidos del proyecto de Ley, que, al igual que la reforma sanitaria, ha despertado una oposición feroz de los republicanos, así como de los empresarios y medios de comunicación de la derecha radical.
El apoyo decidido a la reforma sanitaria impulsada por el presidente Obama puede esconder matices entre los diferentes sindicatos respecto al impulso más o menos profundo de la opción pública para la cobertura sanitaria. Se puede decir, sin embargo, que la gran mayoría se conformaría con la posición –centrista entre los demócratas- que Obama defendió la pasada semana en su comparecencia ante el pleno de las dos cámaras del Congreso. Durante los últimos años la cuestión de a cobertura sanitaria ha centrado la atención en la negociación de los contratos colectivos en los EE UU, ante la presión de las aseguradoras médicas y los empresarios para recortar prestaciones y aumentar la parte de la cuota sanitaria que tiene que pagar el trabajador. Con ello, salarios y otras condiciones de trabajo han pasado forzosamente a un segundo plano.
El cambio en las relaciones entre el movimiento sindical norteamericano y el Gobierno con respecto a la “era Bush” ha sido tan radical que se puede decir que la luna de miel entre Obama y los sindicatos, que tan decididamente contribuyeron a su elección, continúa. Los sindicatos estadounidenses siguen confiando en que la nueva Administración, apoyada en una sólida mayoría del Partido Demócrata en el Congreso, propiciará un cambio real en la condición del trabajo en los EEUU, después de muchos años de deterioro. El porvenir de las dos leyes mencionadas y los resultados de los planes de Obama para reactivar la economía y corregir los excesos del capitalismo salvaje decidirán si la confianza y el apoyo mutuo prosiguen.
Para completar las actividades de los dos primeros días de un Congreso excesivamente politizado para un observador español –o simplemente europeo-, intervinieron varios políticos demócratas, entre ellos Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, y Harry Reid, líder de la mayoría en el Senado. También se realizó un emotivo homenaje al senador Ted Kennedy, guiado por su sobrina Caroline Kennedy, en el que se destacó su dimensión de legislador al servicio de los trabajadores y los pobres y su atención permanente a las demandas sindicales.
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