El 33 por ciento de los jóvenes españoles está sobrecualificado e trabajo que desempeña, según datos de 2008, y el país se sitúa a la cabeza de los estados de la OCDE en este desajuste, con un nivel que en 2007 superaba el doble de la media.
Estos son algunos de los datos más significativos del estudio ‘Análisis de la sobrecualifiación y la flexibilidad laboral’, que fue presentado ayer por Bancaja y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).
El trabajo –realizado por el catedrático de la Universitat Pompeu Fabra José García-Montalvo y el catedrático de la Universitat de València José María Peiró, ambos investigadores del Ivie– revela que la sobrecualificación percibida por los propios jóvenes (subjetiva) ha aumentado hasta 2005, mientras que en 2008 ha tenido lugar un cambio de tendencia. Además, se ha incrementado el porcentaje de infracualificados, que ha pasado del 1,9% de 2005 al 3,3% de 2008.
El estudio muestra además que la situación de la economía en el momento de entrada en el mercado laboral influye en la sobrecualificación. Así, altas tasas de desempleo y una economía en recesión pueden suponer un aumento del desajuste entre la formación requerida y la que posee el joven, y esta situación puede prolongarse en el tiempo.
Respecto a los aspectos determinantes de la sobrecualificación, los universitarios y los sectores de la restauración y el comercio presentan un mayor nivel de jóvenes sobrecualificados. En cambio, se observan menores niveles de sobrecualificación en los hombres y los sectores educativo y sanitario, como se detalla a continuación.
Los datos muestran que los universitarios tienen un 26,9% más de probabilidades de estar sobrecualificados que los jóvenes con secundaria obligatoria. Además, los sectores de restauración (10,3%) y comercio (14%) presentan la mayor probabilidad de emplear a jóvenes con sobrecualificación, frente a otros servicios.
En cuanto a los sectores de educación y sanidad, tienen un 13,7% menos de probabilidades de ocupar a jóvenes sobrecualificados que otros servicios.
Según la investigación Bancaja-Ivie, siete de cada diez jóvenes sobrecualificados continuarán en esa situación en el siguiente empleo y solo un 29% de los jóvenes transitará a un empleo adecuado a su cualificación. Con todo, después de cinco años de experiencia, todavía un 25% de los jóvenes que comenzaron con un puesto de trabajo para el que estaban sobrecualificados continúa en la misma situación.
A esto se une que la sobrecualificación disminuye la rentabilidad de la educación. Así, si por cada año de estudios el salario aumenta entre un 3% y un 3,7%, la sobrecualificación reduce ese rendimiento un 0,8% por cada año adicional de formación.
El estudio advierte también de que el rechazo de los jóvenes a opciones flexibles como la movilidad geográfica a menudo supone una renuncia a puestos de trabajo adecuados a su nivel de cualificación u otros aspectos de la calidad del trabajo.
De hecho, solo el 4% de los empleos aceptados por los jóvenes implican un cambio de domicilio (flexibilidad geográfica) y un tercio de los empleos precisa una cualificación inferior a la que poseen los jóvenes. Además, el 58% de los empleos de los jóvenes son temporales frente al 32% con contrato permanente, y cuatro de cada diez empleos son a tiempo parcial.
Los datos muestran que entre los jóvenes predomina la opción «inflexible» en el tipo de contrato, la dedicación, el horario de trabajo, la flexibilidad geográfica y la de un trabajo infracualificado. En cambio, presentan una mayor indiferencia en la flexibilidad relativa al autoempleo, al cambio de puesto o funciones y a un trabajo con reto.
Los responsables del trabajo destacan que el aumento de esa indiferencia respecto a oleadas anteriores del Observatorio supone un incremento de la proporción de jóvenes que prefieren, o al menos aceptan y no se oponen a las diferentes facetas de la flexibilidad laboral. Los autores agregan que el rechazo a la flexibilidad horaria, geográfica, funcional y de infracualificación supone una mayor dificultad a la hora de acceder a trabajos de mayor calidad en aspectos como las oportunidades de aprender y desarrollar nuevas cualificaciones, cruciales en el desarrollo de la propia carrera.
El estudio cuantifica la resistencia a cambiar de preferencia, evaluada mediante la cantidad de euros al mes a los que un joven está dispuesto a renunciar de un sueldo mensual de 1.200 euros con tal de no modificar la opción preferida. Según esto, se observa una mayor resistencia a renunciar a un trabajo con horario fijo, de funcionario y en la misma localidad en la que se reside.
Así, por ejemplo, los jóvenes se muestran dispuestos a renunciar a 140,1 euros al mes por continuar con un horario fijo, a 138,4 euros al mes por tener un puesto de funcionario frente a un contrato indefinido, y renuncian a 136,3 euros al mes por un trabajo en la misma localidad en la que residen. En cambio, presentan una menor resistencia a aceptar un trabajo que signifique un reto frente a uno con un nivel de cualificaciones adecuado, o a cambiar de puesto en su trabajo (flexibilidad funcional).
MOVILIDAD
El estudio defiende la necesidad de promover la movilidad, el espíritu emprendedor y las decisiones basadas en características de la calidad del empleo, tales como el horario, el lugar, la dedicación o el contrato, aunque subraya que no se deben limitar a este último aspecto. También señala la importancia de desarrollar el capital humano en el trabajo, evitando su depreciación.
Igualmente, anima a desarrollar la flexibilidad en el mercado laboral español entendida en el sentido utilizado por el estudio y apuesta por convertir este aspecto en un activo en la relación empleador-trabajador que potencie la competitividad.
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