Paradójicamente, las ingentes posibilidades para relacionarnos que ofrecen algunos de los últimos avances de Internet, como las redes sociales podrían afectar a nuestra empatía. Abusar de espacios como Twitter o Facebook puede afectar al correcto desarrollo de emociones humanas como la compasión o la admiración.
Según revela un estudio llevado a cabo por el Instituto del Cerebro y la Creatividad de la Universidad del Sur de California (USC) «necesitamos un poco de tiempo y reflexión para procesar algunos tipos de pensamiento, especialmente la toma de decisiones morales respecto a situaciones físicas o psicológicas de otras personas», en palabras de una de las autoras del informe, Mary Helen Immodirno-Yang.
Así, el trabajo publicado en la versión web del Proceedings of the National Academy of Science, destaca el coste emocional que podría acarrear una sobreexposición al rápido intercambio de mensajes y noticias obtenidos a través de las redes sociales, ‘feeds’ e, incluso, la televisión.
«Los usuarios podrían desarrollar indiferencia ante el sufrimiento humano», advierte Immodirno-Yang, a la vez que destaca los «efectos dañiños» de estas actividades en el desarrollo cerebral de los más jóvenes, principales visitantes de estos sitios web.
Los seres humanos puede gestionar la información muy rápido y pueden responder en cuestión de segundos al dolor físico experimentado por sus semejantes. Sin embargo, a la hora de hacer frente a las llamadas emociones sociales, como la compasión o la admiración, el proceso lleva mucho más tiempo, según los descubrimientos realizados por el equipo de expertos en neurociencia liderado por el director del instituto, Antonio Damasio.
Los científicos utilizaron complejas historias reales para inducir a trece voluntarios sentimientos de admiración ante virtudes y habilidades, así como compasión ante el dolor físico o social. Los escáneres cerebrales mostraron que los voluntarios necesitaban entre seis y ocho segundos para responder a las historias sobre virtud o sufrimiento social, una velocidad de reacción que resultó demasiado lenta en comparación con la registrada para las respuestas al dolor físico.
De esta forma, los autores concluyen que la vida real es el lugar idóneo para que los humanos encuentren oportunidades de sentir compasión o admiración, a diferencia de las rápidas herramientas ofrecidas por los medios digitales, que «pueden alejar de su propia humanidad a los usuarios demasiado activos».
Con todo, Immodirno-Yang no responsabiliza del problema a Internet: «No se trata de las herramientas de las que dispongamos, sino del uso que les demos». En este sentido, uno de los valedores del trabajo, el investigador de la cátedra Annenberg de Comunicación, Tecnología y Sociedad de la USC, Manuel Castells, minimiza el impacto de las redes sociales, ya que pueden contribuir a la reflexión emocional «más que la televisión y los videojuegos».
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