Arroz, pescado, ensalada: una comida equilibrada y gratis. Todos los días a mediodía, 220 personas se sientan a la mesa del comedor social de Móstoles, cerca de Madrid, abierto recientemente para los desempleados afectados por la crisis.
Muchos son inmigrantes de América Latina, de Europa del Este o África. Hay mujeres con niños, pero también «cada vez más españoles» vienen a comer desde principios de marzo a este comedor social que regenta María Teresa Rodríguez, de 63 años, ayudada por un ejército de voluntarios.
Se trata principalmente de antiguos obreros de la construcción o empleados de los servicios, en paro desde hace varios meses.
Nuevos pobres, generados por la crisis económica que afecta a España, inmersa en una recesión y donde el desempleo no ha dejado de crecer en los últimos meses hasta alcanzar una tasa récord del 15,5% en febrero.
El comedor está financiado por el ayuntamiento, que lanzó esta iniciativa pionera en España tras haber constatado que «cada vez más familias no llegaban a fin de mes», explicó a AFP Vanessa Martínez, una concejal autora de la iniciativa.
Los criterios son estrictos: «Tienen que estar empadronados en Móstoles, estar desempleados y que, una vez pagados todos sus gastos, no les quede más de 90 euros al mes para comer».
El comedor acoge actualmente a un 60% de inmigrantes y un 40% de españoles, ya que estos últimos todavía cuentan con cierta «solidaridad familiar».
Móstoles, en el sudoeste de Madrid, tenía en febrero 16.400 desempleados, de los que 4.000 no tenían ningún subsidio, en una población total de 206.000 habitantes.
En el comedor social, 15 grandes mesas cubiertas con manteles de papel en una sala con calefacción acogen a los «comensales» en un ambiente cálido y familiar.
El servicio es rápido y los parados no hacen cola afuera para no atraer la atención de los curiosos. «Así se atreven más a venir a comer, lo hacemos todo para normalizar y dignificar su situación», dice Martínez.
Sentado al fondo de la sala, José María García, español de 34 años, come tranquilamente. Este antiguo obrero de la construcción está en el paro desde hace 14 meses y no recibe ningún subsidio desde hace cinco.
«Me estaba volviendo loco, he llegado a pensar en cometer algún delito, en robar para poder comer, así que cuando supe que iba a abrir el comedor, no dudé en acudir ni un sólo segundo», afirma este joven sonriente.
A su lado, Gladys Zapata, de 63 años, de pelo rubio impecablemente peinado y gafas de sol sobre la cabeza asegura que «al menos es una comida completa al día y está muy bueno».
Esta chilena llegada a España hace 20 años, enfermera de formación, está en el paro desde hace dos y vive con los 328 euros de pensión pagados cada mes a su marido.
Un poco más lejos, Beatriz Soriano, peruana de 32 años, da de comer a su hija de 4 mientras un padre de familia rumano ha guardado dos postres: «Es para mis niños, para la cena de esta noche».
Las peticiones de ayuda al empleo, la vivienda, la alimentación, la ropa, habían «aumentado en un 40,5%» en España a mediados de 2008 respecto al mismo periodo de 2007, subraya un informe de la ONG católica Cáritas, que tiene varios comedores sociales en todo el país.
En Móstoles, el comedor seguirá abierto «hasta que acabe la crisis», asegura la concejal Vanessa Martínez.
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