Ni siquiera por eso de la estética. Sus señorías acaban de regresar de sus casi dos meses de vacaciones de Navidad -¿se imaginan?- y de nuevo vuelven a colgar el cartel en la puerta del congreso: cerrado. Los diputados dejan sus escaños vacíos hasta el próximo 10 de marzo por la campaña electoral del País Vasco y Galicia. ¿Y por qué no dejan de cobrar su sueldo cuando decidan echar el cierre al Parlamento? ¿No se pondrían de acuerdo los Grupos Parlamentarios para sacar adelante este ley en un periodo en los que los representantes de la soberanía nacional no estén tirados en la toalla o esquiando?
El Congreso de los Diputados ha cerrado de nuevo por vacaciones. Sus señorías acaban de disfrutar del parón navideño (que dejó la Cámara Baja sin sesiones plenarias desde el 16 de diciembre de 2008 hasta el 10 de febrero de 2009) y ahora vuelven de nuevo a dejar vacíos sus escaños (la última sesión fue el 19 de febrero) hasta el 10 de marzo, lo que supone dos semanas sin pleno, según informa 20 Minutos.
La razón no es otra que las elecciones autonómicas que se celebrarán el 1 de marzo en el País Vasco y Galicia. Una norma no escrita que los diputados llaman cortesía parlamentaria permite a sus señorías librarse de sus obligaciones en el Congreso para participar así en las campañas electorales de sus respectivos partidos.
El Partido Popular se ha quedado solo tratando de impedir estas dos nuevas semanas de descanso. El pasado día 3, la Junta de Portavoces dio su visto bueno a la supresión de las tres sesiones plenarias -martes, miércoles y jueves- fijadas en el calendario parlamentario para la última semana de febrero. La razón esgrimida por la vicepresidenta primera, la socialista Teresa Cunillera, fue que el domingo 1 de marzo están convocadas elecciones autonómicas en Galicia y el País Vasco, y que, "conforme al criterio existente", la cita con las urnas y el Pleno del Congreso no debían coincidir en la misma semana.
Ese "criterio existente" no es otro que la costumbre -eufemísticamente llamada cortesía parlamentaria- de suspender las sesiones plenarias durante la semana en la que se celebran unos comicios.
NO RENUNCIAN A SU ELEVADO SUELDO
Eso sí, sus señorías no renuncian a su alto sueldo. El salario mínimo de un diputado es de 3.996 euros al mes, que puede llegar a los 6.500 por otros conceptos. Este mes de febrero, por ejemplo, sus señorías sólo trabajarán seis días de sesiones plenarias y cuatro de ponencias y comisiones, lo que supone que por cada día trabajado han cobrado 399 euros.
El sueldo de los políticos es quizá la única cuestión que apenas suscita polémica o debate alguno en el seno de las Cortes y en cambio genera recelos entre la mayoría de la ciudadanía.
Su regulación es incluso cada año una de las resoluciones que menos publicidad logra de cuantas pasan por las dos cámaras, seguramente porque los diputados son conscientes de que su situación está muy por encima de la media de los trabajadores a los que representan.
Sueldo, gastos de representación o de libre disposición, ayudas para el alojamiento o para el transporte, dietas, pensiones, cotizaciones a la Seguridad Social sin límite temporal tras abandonar el Congreso, pagas millonarias para cónyuges viudos o hijos huérfanos, y hasta ordenadores a precio de ganga son inherentes a los 350 escaños que el próximo domingo repartirán los españoles.
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