El proteccionismo comercial, laboral y de inversiones al que asistimos representa una seria amenaza para el mundo, advierte el ex director general del GATT y luego de la Organización Mundial del Comercio Peter D. Sutherland.
En un artículo que publica hoy The Wall Street Journal, Sutherland se pregunta si estamos asistiendo ya a la espiral descendente del comercio y las inversiones transfronterizas que convirtieron los años treinta del siglo XX en ‘una catástrofe económica y política’.
La globalización de los últimos veinte años ha hecho que nuestra vidas ‘dependan mucho más del comercio y de los flujos financieros internacionales que en el pasado’, explica el hoy presidente del grupo petrolero BP.
Basta considerar que en 2006, uno de cada cinco empleos en el sector manufacturero de EEUU dependía directa o indirectamente de las exportaciones, señala Sutherland, según el cual los trabajadores que ocupan esos puestos ganan hasta un 18 por ciento más que los de empresas que no exportan.
‘El grado que ha alcanzado la integración de la mayoría de las economías del mundo significa que el proteccionismo del siglo XXI adopta muchas formas, y hemos comenzado a ver sólo algunas’, agrega el economista, político y empresario irlandés.
Sutherland señala que la Cámara de los Representantes de EEUU condicionó la aprobación de las medidas de reactivación económica de la nueva Casa Blanca de Barack Obama a un llamamiento a comprar productos ‘americanos’.
El Gobierno de Londres, agrega, ha persuadido a la compañía petrolera Total de que debe reservar algunos empleos para trabajadores británicos para acabar con las huelgas que se extendieron por el Reino Unido por la contratación de italianos.
El de Malasia ha dado instrucciones a las empresas del país para que despida primero a los extranjeros mientras que el de Brasil ha aumentado los aranceles sobre las mercancías manufacturadas, critica Sutherland.
Algunos comentaristas británicos se han felicitado incluso de la posibilidad de utilizar la devaluación (de la libra frente al euro o el dólar) como arma muy valiosa en la política económica.
Ningún gran país exportador ha escapado a la caída registrada en los volúmenes exportados desde el pasado septiembre, y el descenso ha sido especialmente fuerte en algunas de ‘las mayores economías emergentes, incluidas Brasil y China, dado su papel central en las cadenas globales de suministro’ de industrias como la textil o el automóvil.
Según Sutherland, el gran desafío que tienen ahora plantados los políticos es evitar esa espiral descendiente de la demanda en lugar de actuar de modo proteccionista, pues así sólo se logrará acelerarla.
La escala y complejidad de la globalización – la simple variación de los flujos transfronterizos de personas, mercancías e inversiones- significa que no basta con evitar que suban los aranceles o que los gobiernos recurran a devaluaciones competitivas de sus monedas, explica.
Los gobiernos deben evitar muchas otras formas de discriminación contra empresas y trabajadores extranjeros: las regulaciones sobre inversiones, las ayudas estatales, la legislación laboral, los concursos públicos, la legislación sobre sanidad y seguridad y las instrucciones a los bancos sobre a quién deben prestar pueden convertirse, según Sutherland, en útiles proteccionistas.
Sutherland aboga por medidas que estimulen los créditos bancarios, tanto los concedidos a empresas nacionales como los internacionales, señala la urgencia de que los gobiernos del G-7 y el G-20 se comprometan a evitar en el futuro las ‘oscilaciones extremas’ de las divisas, y afirma que la llamada ronda de comercio de Doha debe concluir este mismo año.
‘Una feliz conclusión de esa ronda de comercio internacional será una gran prueba de liderazgo, tanto por su impacto directo como por su simbolismo’, escribe Sutherland, según el cual compete en ello a EEUU y a la India ‘especial responsabilidad’.
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