Los trabajadores franceses salieron el jueves de manera masiva a la calle para contestar a la política del presidente Nicolas Sarkozy frente a la crisis económica y defender su poder adquisitivo, el empleo y los servicios públicos, durante una jornada de huelga a la que estaban convocados todos los sectores de actividad, públicos y privados, y que se saldó con un buen seguimiento global. No obstante, ni las movilizaciones ni los paros provocaron el ‘jueves negro’ que muchos pronosticaron.
Aun así, las manifestaciones de ayer fueron las más numerosas de la era Sarkozy, comparables a las del año 2006 en contra del Contrato de Primer Empleo (CPE) que obligó al entonces primer ministro Dominique de Villepin a retirar la medida, las de 2003 en contra de la reforma de las pensiones y las de 1995 contra el plan Juppé sobre la Seguridad Social. Según datos del Ministerio del Interior, un millón de personas salió a la calle, una cifra que los sindicatos elevan a dos millones y medio.
Mientras, según las primeras estimaciones, la huelga fue secundada por más de un millón de franceses, sobre todo del sector público. De hecho, el 26% de los aproximadamente cinco millones de funcionarios con los que cuenta el país se sumaron al llamamiento sindical.
Además de la enseñanza, donde la huelga fue especialmente apoyada -el 48% de los profesores de primaria y el 28% en secundaria-, las principales alteraciones se vivieron en el sector del transporte público, sobre todo en el ferrocarril, con una tasa de seguimiento del 36,7%, y en los aeropuertos, donde los controladores en huelga fueron el 15%. Air France, por ejemplo, se vio obligada a cancelar el 40% de sus vuelos de corto y medio recorrido.
La Justicia, la banca, Correos, Electridad de Francia, France Télécom y el sector audiovisual público se sumaron igualmente al paro en porcentajes que oscilaron entre el 23% y el 30% de los trabajadores. Así pues, globalmente la tasa de huelguistas en la mayoría de los sectores parece superior a la registrada en anteriores movilizaciones aunque algunos observadores subrayan que no ha estado a la altura de las expectativas de los sindicatos.
En todo caso, lo que sí se ha confirmado esta vez es que tanto el Elíseo como Matignon, sede del primer ministro, se han tomado en serio la cólera expresada por los asalariados franceses a lo largo de las casi 200 manifestaciones que azotaron Francia durante esta fría jornada de enero.
Poco antes de las 20.00 horas, la primera reacción del presidente francés, Nicolas Sarkozy, fue anunciar un próximo encuentro con sindicatos y patronal para concertar el programa de reformas en 2009 y los métodos para llevarlas a buen puerto.
INQUIETUD LEGITIMA
En el comunicado remitido por la presidencia gala se admitía igualmente que la crisis "sin precedentes" que afecta a la economía mundial provoca en Francia, como en el resto del mundo, "una inquietud legítima" y que en este periodo "particularmente difícil" los ciudadanos franceses "temen por sus empleos".
Esta crisis impone pues a los poderes públicos "un deber de escucha, de diálogo, y al mismo tiempo una gran determinación para actuar", en palabras de Sarkozy que pretende que Francia salga "más fuerte de esta prueba".
Poco antes, el portavoz gubernamental, Luc Chatel, adelantaba el mensaje que luego transmitiría el jefe del Estado asegurando que el Ejecutivo está "atento a las preocupaciones de la opinión en un momento de grave crisis".
Los sindicatos querían hacer llegar a Sarkozy "la voz de la calle" y a ella se sumó el principal partido de la oposición, el Partido Socialista, cuya primera secretaria, Martine Aubry, justificaba su presencia en la manifestación de París por "la negativa de Sarkozy a escuchar el enfado de los franceses y sus dificultades y su incapacidad para responder a sus necesidades".
Un Gobierno "autista", decían algunos de los que desfilaban todavía a última hora de la tarde de ayer por las calles de la capital francesa. "Estoy harto de que me tomen por un idiota", resumía Alain, un jubilado que no terminaba de creerse que no hay dinero cuando sí existe "para salvar a los bancos".
"Se sirve a los bancos, se sirve a los ricos. ¿Y a nosotros, los trabajadores?", se preguntaba Michel. "Es algo que me encoge el estómago y es una lástima que la gente que nos gobierna no tenga en cuenta esta miseria. A veces siento vergüenza por ellos", decía.
Además de París, donde según la policía desfilaron unas 65.000 personas, Marsella, Lyon, Burdeos, Niza, Lille o Estrasburgo fueron igualmente escenario de manifestaciones en respuesta a la convocatoria sindical. Unos 300.000 en Marsella, la segunda ciudad francesa; 30.000 en Lyon, según los sindicatos, 25.000 según la policía; 60.000 en Burdeos, donde han sido numerosos los trabajadores del sector privado y entre 13.000 y 25.000 personas en Niza.
"Es la gente la que está aquí, no sólo los sindicatos. La pelota está en el tejado del Gobierno y de la patronal. O entramos en la negociación y se deja de hacer pagar la crisis a los más humildes o asumen el riesgo de un conflicto social grave", advertía un responsable de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT).
CRECIMIENTO Y PARO
El Gobierno francés prevé hasta la fecha un crecimiento para la economía gala de entre el 0,2% y el 0,5% en 2009 pero se verá obligado a revisarlo a la baja. Mientras, la Comisión Europea baraja una contracción del 1,8% en el conjunto del año, al igual que el Fondo Monetario Internacional (FMI) que habla de una caída del PIB del 1,9%.
Por lo que respecta al nivel de paro, Francia superó en noviembre de 2008 la barrera psicológica de los 2 millones de desempleados, una tasa superior a la que se encontró Sarkozy cuando llegó al Elíseo, en mayo de 2007. Bruselas augura un porcentaje del 9,8% a finales de 2009 y del 10,6% en 2010. De momento, la tasa de paro registrada en el cuarto trimestre de 2008, último dato publicado, era del 7,3%.
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