Barack Obama toma el martes las riendas de Estados Unidos con el país hundido en una de las mayores crisis que se recuerdan y seguramente en los primeros compases de su administración deberá volcarse en ello y dejar para más tarde algunas de sus promesas electorales en campos como la sanidad, la educación o la inmigración. Eso en el plano interno, pero el nuevo inquilino de la Casa Blanca también se encontrará con una intensa agenda exterior, embarcado en las guerras de Irak y Afganistán, con el brote de violencia en Gaza o las voces que dentro, pero sobre todo fuera, piden el cierre de Guantánamo.
Son tantos, tan variados y tan complejos los retos y desafíos que tiene Obama por delante como las expectativas levantadas en torno a su persona no sólo en Estados Unidos sino en el mundo entero, que tiene sus esperanzas puestas en el primer negro que ocupará la Casa Blanca en la historia. Y para ello contará con el apoyo –incondicional de momento– de millones de estadounidenses, que ven en su futuro presidente la posibilidad de resolver los graves problemas que agobian a una inmensa mayoría del país.
Lo que comenzó hace un año y medio como una crisis de las hipotecas ‘subprime’, acabó propagándose por el resto del mundo, con la caída de Lehman Brothers en septiembre pasado y tumbando el sistema financiero. Entonces la Casa Blanca tuvo que salir al rescate de Wall Street con un paquete de 700.000 millones de dólares, al que se acogieron también los grandes fabricantes de automóviles, que despertó las iras de los contribuyentes por el uso que se dio al dinero y obligó a Obama a reorientar las ayudas.
Su primera victoria legislativa llegó incluso antes de ocupar el Despacho Oval con la aprobación por parte del Senado de la segunda parte del plan de rescate financiero, otros 350.000 millones de dólares que la nueva Administración Obama canalizará para ayudas directas a los propietarios de viviendas y a pequeños empresarios, y para intentar impulsar el crédito, en un momento en que los embargos se han disparado y las ventas de la pasada temporada navideña cayeron estrepitosamente.
PLAN ANTICRISIS
Desde entonces, todas las energías de Obama han estado puestas en otro gigantesco paquete de medidas para estimular la economía y muy probablemente así será durante los primeros meses de su mandato. Lo ha llamado Plan de Recuperación y Reinversión y podría tener un coste de más de 800.000 millones de dólares, de los cuales el 60 por ciento se destinarían a inversiones públicas y el 40 por ciento restante a rebajas fiscales.
Tras descansar unos días en Hawai y mudarse de Chicago, el presidente electo no ha dejado un solo día de explicar su receta para salir de la crisis, a la espera de su cita con la historia en las escalinatas del Capitolio para jurar como primer presidente negro de Estados Unidos. En ese lugar también deberá aprobarse su plan de estímulo, aunque antes deberá pasar lo que parece un mero trámite en la Cámara de Representantes y superar las barreras de ciertos sectores republicanos en el Senado.
Hace unos días los demócratas en el Congreso daban a conocer el plan anticrisis de Obama, que prevé destinar 550.000 millones de dólares para inversiones y otros 275.000 millones en recortes fiscales. Unos 140.000 millones de dólares serán para las familias, 43.000 millones para ayudas al desempleo, 20.000 millones para programas de asistencia alimentaria y becas de estudio por otros 15.000 millones. Además, prevé 90.000 millones para infraestructuras y 87.000 millones en ayudas a los estados.
Después de presentar el paquete legislativo, un portavoz del Congreso aseguró que los primeros debates comenzarán a principios de febrero por lo que ahora el objetivo de los líderes demócratas en el Capitolio es que el plan esté listo lo antes posible. En un principio se planteó la posibilidad de que el presidente tuviera oportunidad de ratificarlo en su primer día en el Despacho Oval, pero las presiones en el Senado obligaron a alterar el calendario.
IRAK Y AFGANISTÁN
No menos ingentes serán los retos por delante en materia exterior, comenzando por dos guerras en Irak y Afganistán. "Tenemos que poner fin responsablemente a una guerra y manejar con inteligencia otra no menos importante", afirmaba Obama hace unos días. Durante la campaña se comprometió a retirar gradualmente las tropas de Irak, en un plazo de 16 meses, mientras que en el caso de Afganistán debe encontrar una estrategia para que ese conflicto no termine convirtiéndose en el ‘Vietnam’ de Obama.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca también tendrá encima de la mesa la nueva espiral de violencia desatada en Oriente Próximo tras semanas sin pronunciase sobre la situación en Gaza que no sentaron nada bien en el mundo árabe, y habrá que ver cómo responde a este conflicto de la mano de su secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien no podría haber llegado hasta donde ha llegado sin el apoyo del influyente lobby judío de Estados Unidos.
Por último, pero no menos importante, otra de las prioridades de Obama en estos primeros cien días de gobierno será Guantánamo. En un intento por desmarcarse desde el principio de la Administración Bush, todo parece indicar que el cierre de esa cárcel será una de las primeras órdenes ejecutivas del nuevo presidente, quien sin embargo ha reconocido que "llevará su tiempo" que la prisión pase definitivamente a la historia.
Clinton ya lo planteó hace unos días en el Senado, el gran reto de Estados Unidos para recuperar su liderazgo en política exterior será acabar con las decisiones "unilaterales" y de sesgo "ideológico" de la era Bush y dar paso a una diplomacia que fortalezca la seguridad del país pero que al mismo tiempo busque "más socios y menos adversarios", y que esté basada "en hechos y evidencias en vez de en emociones y prejuicios".
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