Miles de fábricas se ven amenazadas de cierre a corto plazo en el sur de China, afectadas por la crisis económica mundial que reduce sus exportaciones y por el incremento de los costes de producción, advierten los industriales chinos.
La rica provincia de Guangdong, dedicada a la producción de artículos destinados a la exportación, podría perder así 9.000 de las 45.000 fábricas instaladas en la región de Cantón, Donguan y Shenzhen, antes de finales de enero, según estimaciones basadas en un informe de la asociación de empresas con capital extranjero de Donguan.
La asociación considera que la demanda extranjera de los productos de la región habría disminuido en un 30%.
"Si empeora la situación de las industrias exportadoras y el desempleo, no tendrá efectos positivos para el gobierno", comenta Eddie Leung, presidente de la asociación.
Según sus cálculos, al menos 2,7 millones de personas podrían perder su empleo en esta ola de cierres, pero el número total podrían ser mucho mayor.
En las últimas semanas, el cierre de Smart Union, importante fabricante de juguetes que abastecía a firmas como Mattel y Disney, y de otras fábricas se saldó con la supresión de miles de puestos de trabajo en la región. Y reavivó el espectro de una grave crisis al amenazar no solamente a las pequeñas manufacturas.
Otro gigante, que emplea a 8.500 personas en China y Europa, se siente amenazado. Se trata de Mansfield Manufacturing, una empresa de metalurgia, fundada modestamente en 1975 en Hong Kong que pasó a territorio chino en 1991.
Con una expansión del 40% anual, Mansfield Manufacturing, cuyas acciones cotizan en la Bolsa de Singapur, se ha convertido en un importante abastecedor de componentes metálicos para automóviles, televisores de plasma, impresoras y todo tipo de aparatos eléctricos para marcas como Canon, Toshiba, Epson, Minolta o Fuji-Xerox.
"No tememos tanto la caída de la demanda como el hecho de que los clientes no nos puedan pagar tras recibir la mercancía", subraya To. "A los bancos ahora les cuesta tanto conceder créditos que es fácil destrozar una fábrica de la noche a la mañana", añade.
Varios clientes optaron ya por la prudencia, así varios de ellos en Japón y Europa suspendieron sus pedidos durante dos o tres semanas.
El empresario es, sin embargo, optimista a largo plazo. "Tengo confianza porque el poder adquisitivo de los consumidores chinos continuará aumentando incluso si el de los occidentales sigue disminuyendo", afirma.
Por ese motivo, ha decidido destinar una parte de su producción al mercado nacional en lugar de a la exportación.
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