Las estrecheces económicas comienzan a desestabilizar la balanza demográfica de la provincia. A la vista de los datos oficiales, las dificultades que sortean los hogares están frenando la llegada de inmigrantes, mientras que el número de personas que deciden hacer las maletas y abandonar Málaga aumenta a ritmos cada vez más acelerados. Según el último informe de variaciones residenciales del Instituto Nacional de Estadística (elaborado a partir de las altas y bajas en los padrones municipales) entre 2006 y 2007 la población emigrante creció un 19%, pasando de 53.438 a 63.816. Dentro de este colectivo, destaca el fuerte incremento de extranjeros que, empujados por las vacas flacas, optan por cruzar la frontera para regresar a sus países o probar suerte en otros destinos. A tenor del INE, el pasado ejercicio se cerró con el retorno de 7.982 foráneos, el triple que los contabilizados sólo un año antes: 2.568.
La inestabilidad financiera unida a la caída de actividad en la mayoría de sectores productivos (especialmente en la construcción) está dejando huella en los denominado flujos de población. Los números extraídos del INE evidencian que en apenas tres años, Málaga ha perdido un 25% de saldo migratorio. Un concepto farragoso resultado de la simple ecuación de cruzar el volumen de inmigrantes con el de emigrantes. Entre 2004 y 2007 dicho saldo pasó de 40.935, hasta los 30.625, una cifra que no se registraba desde el año 2002, antes del proceso de regularización de inmigrantes.
Como demuestran las tablas, este acusado descenso se sustenta principalmente en el repunte de la emigración. El problema, como recuerdan los expertos, es que el avance del flujo de emigrantes no está siendo acompañado de un auge del volumen de inmigrantes, cuyo peso demográfico apenas se ha incrementado un 7% en el último año (de 88.013 a 94.441), un ritmo tres veces inferior al registrado por quienes dejan la provincia.
Parón de la construcción
A juicio de la profesora del Departamento de Geografía Humana de la Universidad de Málaga, Carmen Carvajal, este recorte del saldo migratorio está íntimamente ligado al parón de la construcción; una actividad que, según matiza, ha estado «sobredimensionada» en los últimos años.
El desplome del ladrillo-que ha impulsado junto al turismo el desarrollo económico de la provincia- explica según Carvajal la fuga actual de inmigrantes y autóctonos hacia otros destinos con mejores perspectivas laborales. Un fenómeno en el que también inciden otras claves: «A principios del siglo XXI vivimos una etapa de ‘boom’ migratorio sin precedentes que dejó movimientos de población de todo tipo. Finalizado ese ciclo, ahora lo que ocurre es que estamos recobrando la normalidad, en parte, por la situación de crisis», puntualiza.
El planteamiento de Carvajal coincide con las conclusiones de un informe reciente realizado por la Confederación de Empresarios de Málaga (CEM) que alerta de la pérdida de magnetismo del imán laboral de la provincia. Según dicho estudio -que analiza el crecimiento empresarial y su repercusión sobre el empleo- el nuevo escenario perfilado por la situación de enfriamiento económico está mitigando la capacidad de Málaga para emplear a foráneos.
En la última década el dinamismo del mercado de trabajo ha permitido que la Costa del Sol se convierta en tierra de oportunidades para miles de inmigrantes y residentes de otras provincias españolas, en parte, gracias al potente foco de atracción del ladrillo y los servicios. Ahora, sin embargo, esta realidad empieza a cambiar, como demuestran las estadísticas.
Más paro
En el último año, el paro entre los inmigrantes ha crecido un 43% hasta situarse en las 10.722 personas. «Desde finales de 2007 se aprecia un ajuste en la contratación, que puede acarrear modificaciones en las condiciones de continuidad y asentamiento de este colectivo», advierten desde la CEM, al tiempo que reconocen que la debilidad actual del mercado de trabajo de la provincia es «preocupante».
«Málaga hasta ahora ha sido tremendamente generosa en la creación de empleo, lo que ha permitido que muchos trabajadores vengan en busca de un contrato. Muchos de ellos tendrán ahora que cambiar de destino. Se ha encendido la bombilla roja», reconoció recientemente el vicepresidente de la CEM, Javier González de Lara.
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