Dos imágenes que hoy se publican en la prensa británica no pueden ofrecer un contraste más elocuente.
Por un lado, el artista Damien Hirst con una sonrisa de oreja a oreja junto a una de las piezas de su último bestiario, conservado en vitrinas llenas de formol.
Por otro, los empleados de Lehman Brothers en la City de Londres, sacando en simples cajas de cartón las pertenencias de las oficinas que acaban de abandonar o abrazándose entre sollozos.
Hirst, el artista más polémico de la actualidad, lanzó un fuerte envite al mercado internacional del arte al llevar su última obra directamente a la casa de subastas sin pasar antes, como es lo tradicional, por una galería, y ha ganado la apuesta por todo lo alto.
Sólo la primera jornada de la subasta de Sotheby’s generó 70,5 millones de libras (88,7 millones de euros/126,3 millones de dólares), que irán íntegra y directamente a sus profundos bolsillos.
Las galerías se llevan normalmente un 50 por ciento o más del precio de la obra, con lo que el artista tiene que contentarse con la otra mitad, pero en el caso de una subasta, la prima corre del parte del comprador.
Lo recaudado el lunes supera ya la cifra prudentemente calculada por Sotheby’s para los dos días de la histórica subasta.
Si ayer se vendieron 56 lotes, esta noche se ofrecen al mejor postor otros 167, por lo que antes de la medianoche, la fortuna del artista británico habrá crecido seguramente en 100 millones de libras (unos 126 millones de euros/ 179 millones de dólares).
El subastador, Oliver Barker, comentó tras la primera jornada: ‘La venta del 100 por ciento de los lotes el día en que un banco estadounidense se declara en quiebra atestigua la excelente reputación artística de Hirst’.
Mientras el público que llenaba las salas de Sotheby’s aplaudía a rabiar, como si se tratase de un número de circo, cada vez que una obra de Hirst encontraba comprador, en los bares de Cannary Wharf, la extensión de la City de Londres donde está Lehman Brothers, los despedidos de la banca trataban de ahogar sus penas en el alcohol.
Alrededor de 5.000 personas se han quedado de momento sin empleo en esta capital por el hundimiento del banco de inversiones estadounidense, y muchas de ellas no saben si cobrarán siquiera lo que se les adeuda.
Los administradores de la consultora PricewaterhouseCooper, encargada de gestionar la quiebra de las subsidiarias británicas del banco, advirtieron de que no podrán pagarse seguramente el salario ni futuras indemnizaciones a los empleados.
Para algunos, como el francés Edouard D’Archimbaud, de 24 años, el que debía ser el primer día de una carrera en el mundo de las finanzas resultó ser el último, al menos de momento.
Otros, que se habían endeudado para comprar participaciones en Lehman, vieron cómo sus teóricas fortunas sobre el papel se evaporaban en cuestión de minutos.
Y si nadie cree que esto vaya a ser como la Gran Depresión que siguió al ‘crash’ bursátil de 1929 en Wall Street-, las circunstancias son hoy muy distintas-, muchos temen que a la de Lehman sigan otras quiebras y que la recuperación lleve mucho tiempo, con el consiguiente impacto en una capital financiera como es Londres.
Nada de eso parece, sin embargo, quitarle el sueño a Damien Hirst, que ha demostrado que, como el rey Midas, es capaz de convertir en oro todo lo que toca: aunque sea unas simples colillas de cigarrillo o un repugnante amasijo de moscas muertas.
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