26 de abril de 2025

Empresarios veteranos que siguen madrugando para ir a trabajar

Empresarios veteranos que siguen madrugando para ir a trabajar

¿Quién no ha pensado alguna vez en cómo disfrutará de su retiro dorado cuando llegue la hora de la jubilación (que, por cierto, no debe verse como un castigo divino, sino como otra etapa más)? Sin intención de hacer un tratado filosófico, este reportaje pretende conocer qué motiva a determinadas personas a seguir al pie del cañón tras décadas de frenética actividad laboral.

En un momento económico en el que las empresas están empezando a reducir personal, los más mayores tienen todas las papeletas para ser los primeros elegidos. En cambio, otros –aquellos que dirigen sus propias empresas– tienen la posibilidad de elegir cuándo retirarse. Y algunos de ellos –como los protagonistas de este reportaje– se muestran reacios a abandonar los proyectos que pusieron en marcha y siguen trabajando con la misma ilusión, si cabe, que el primer día.

Gran carga emotiva

Estar al pie del cañón a partir de cierta edad, al igual que emprender, tiene un factor en común: la carga emotiva de enfrentarse a nuevos desafíos. Y ese es un rasgo que se mantiene en el tiempo. El día a día de tu empresa es como si fuera un hijo; lo sientes tan tuyo, que nació de tu mano, que quieres que se haga joven de tu mano, que madure de tu mano. Y siempre cuesta desprenderse de él y dejarlo en otras. Precisamente, ese es el riesgo de muchos emprendedores cuando tienen que enfrentarse al relevo generacional”, sostiene Enrique Arce, socio de la consultora PeopleMatters y coautor de El Mayor Activo.

Cuando alguien emprende un proyecto empresarial y lo levanta con sus manos, la edad no es razón para olvidar lo que se ha creado. En el fondo le cuesta desprenderse de esa creación. “Y esto genera la necesidad de que en los protocolos de las pymes familiares, la sucesión se tenga muy bien atada. Son muchas las empresas donde se produce este tipo de roces entre quien la fundó, que quiere seguir viéndola como su creación, y su sucesor, que la ve de otra forma”.

En ese sentido, el mayor, además de organizar el traspaso tiene que planificarse también emocionalmente. “Es decir, ser correcto no sólo en el plano financiero (tanto para dejar bien su empresa como asegurarse su retiro) y en lo social (porque son personas con muchos contactos que les van a venir muy bien a su sucesor), sino también en lo emocional (para dejar paso a las nuevas generaciones)”, sostiene este experto.

Valores y conocimiento

Y ¿es rentable para una compañía deshacerse de los mayores, incluso antes de los 65 años? En principio, no. “Aportan un conocimiento no explícito, es decir, tácito (aquello que no está escrito en ningún sitio y que forma parte del saber de la organización), que ellos tienen y que con su marcha es un activo que pierda la empresa. También aportan una red de contactos muy valiosa. Es otro activo. Es capital relacional. Con ello se marcha uno de los referentes para proveedores, clientes, colaboradores y socios”, subraya.

En definitiva, con su marcha la empresa pierde un referente. “Por un lado, cultural, en el sentido de En esta casa las cosas se han venido haciendo así y quién era el mejor ejemplo era X (el que se ha jubilado). Y, por otro, en la memoria histórica que ayuda a la empresa a enfocar la misión de la organización en el mercado (¿qué razón nos hace estar aquí? o ¿qué nos hemos propuesto hacer?). Y cuando se va, la compañía debe reescribir esa misión, no porque haya que cambiarla, sino porque con su salida puede que se olvide”, puntualiza Enrique Arce.

Para evitar la pérdida y/o fuga, la empresa debe facilitar el traspaso del conocimiento tácito del mayor al joven. Así, “si somos conscientes de que ese conocimiento existe, que lo tiene la gente más mayor y que se va a perder con su marcha, se deberían vehicular canales por los que ese conocimiento, que podría descapitalizar a la organización, quede en manos de los sustitutos. Al final, todo el mundo es consciente, pero no se formalizan demasiadas iniciativas en ese sentido”.

Seguir activo

Y ¿qué le reporta personalmente al mayor seguir trabajando? Principalmente, actividad. Para Arce, el ser humano es, en esencia, activo, independientemente de la edad que tenga: “Sólo la salud limita la capacidad de actuar, de ser activo, pero mientras la haya siempre hay ganas de querer hacer cosas. La sensación de no aportar valor es algo por lo que la persona siente preocupación. Nadie socialmente sano puede pertenecer a un grupo sin tener la sensación de que es un contribuyente más. Y aunque la jubilación significa apartarte de esa capacidad de aportar, siempre hay que dejar un espacio para la contribución de estas personas”. En las sociedades más antiguas el mayor siempre ha tenido un papel protagonista “porque ha sido transmisor de valores (en el caso de la empresa, la cultura corporativa). Antes se hacía alrededor de una fogata y ahora, tal vez, en el despacho de las empresas”, continúa Arce. Uno de los problemas a los que se enfrentan las empresas es cómo evitar que surjan diferencias laborales dentro de los equipos entre los mayores y los jóvenes. “Las organizaciones deben hacer dos cosas. Una acción de carácter preventivo centrada en eliminar estereotipos, como pensar que el joven es activo y dinámico, mientras que el mayor es pasivo, agotador y pesado”, señala Arce.

Cómo vivir el ‘retiro’

Una cuestión que suelen pasar por alto las personas que están a punto de jubilarse es la planificación financiera personal. “Deben tener muy en cuenta que el retiro será diferente dependiendo de lo que hayan contribuido. Es importante planificar cómo se va a cobrar y gastar lo ganado (sobre todo en las prejubilaciones), porque la esperanza de vida es de 80 años (el hombre, 79; y la mujer, 82). Y si te jubilas a los 65, tienes otros 15 años por delante”. Arce propone que las empresas ayuden a los futuros jubilados dándoles formación sobre cómo gestionar financieramente mejor esa etapa.

Rufino Calero, de Vincci Hoteles

Tuvo su oportunidad de retirarse profesionalmente a los 65 años, pero volvió a emprender. Rufino Calero, tras vender su parte de la cadena Tryp Hoteles a un competidor por discrepancias con los socios, decidió crear la cadena Vincci Hoteles, que en la actualidad cuenta con 35 establecimientos (más otro que se abrirá en Marbella), 1.400 empleados y facturó en 2007 unos 111,5 millones de euros. ¿Por qué lo hizo? “A lo mejor mi psiquiatra le podría contestar a esa pregunta mejor que yo [responde entre risas], porque hace falta estar loco para haber vendido una empresa, que cofundé, en las condiciones que se la vendimos a Sol Meliá y volver a meterme en otro tinglado. Ahora en serio, el motivo es que la hostelería es algo vocacional y cuando uno tiene el veneno en el cuerpo es difícil quitárselo. Yo, que estoy muy ligado al mundo del toro (posee una ganadería), digo que los que nacen toreros acaban muriendo toreros; y el que nace hostelero tiene que morir siendo hostelero”.

Calero lleva esta afirmación al extremo al asegurar que, a pesar de llevar más de 55 años de trabajo en el sector, sigue motivado cada día: “No me motiva ganar más dinero. Esta profesión me tiene cogido y, al igual que los toreros, preferiría morir en la plaza. A mí me gustaría que un día me diese un infarto sentado en la silla de mi despacho”. Aficionado al golf, Calero afirma que sus retos son cada uno de los hoteles que va abriendo y presume de tener un equipo excepcional, “porque así lo siento. Además de mis hijos, el 90% de mis directivos trabajaban ya conmigo en la otra compañía”.

Juan Antonio Sagardoy, de Sagardoy Abogados

“Fundamentalmente, seguir creando actividad en el sentido más amplio de la palabra. A todas las personas que llevamos muchos años de trabajo encima se nos produce una inercia que hace difícil abandonar esa vida laboral activa. A veces me pregunto si no seremos esclavos de ese síndrome laboral que es el de no dejar de trabajar, el de no poder vivir sin actividad laboral. Lo ideal es ir teniendo etapas en tu vida profesional, que te permitan dosificar el trabajo y el tiempo de ocio”.

Sagardoy, que preside el bufete de referencia en derecho laboral de España, sostiene que para ser feliz en la vida laboral es fundamental “hacer lo que a uno le gusta y que además te permita vivir. En mi caso, he tenido la inmensa fortuna de hacer lo que me gusta y eso me ha permitido tener una gran capacidad de maniobra y de libertad de acción”.

Y precisamente con esa libertad de la que presume, Sagardoy reconoce haber planificado su salida de la empresa, que fundó en 1980 junto a Antonio Gómez de Enterría, y su vida de civil: “A los 75 años daré un corte más o menos a la mitad de lo que ahora hago de trabajo y, con gran fe en mi buena salud como navarro que soy, me querría retirar a los 82 años y dedicarme a la lectura y a escribir. Si no tuviera que venir al despacho, me levantaría para leer y escribir sobre reflexiones sociolaborales. Otra de mis aficiones es andar, el campo y la música y, con permiso de mi mujer, crear cosas buenas en la cocina. Me gustaría volver al arte culinario y descubrir las transformaciones de los productos. También me gusta mucho el mundo de los vinos, el proceso de elaborarlos”.

Sagardoy, que le hubiera gustado aprender a tocar el piano y la guitarra, admite que no le costará jubilarse: “Dejé la universidad después de 48 años de actividad y no he tenido ni un sólo día de pena. Cumplí aquel período con mucho entusiasmo. He sido un entusiasta docente desde el año setenta como catedrático y desde el sesenta como profesor y no lo echo nada en falta, porque lo que hice lo cumplí con mucho gusto y se acabó. Tengo otras cosas que hacer y el hueco que unas van dejando se llena con otras. Dice un amigo mío en broma que tengo una enfermedad que los griegos llamaban akatisia, que es que uno no puede estar quieto, algo así como lo que vulgarmente en España se conoce como ‘culo inquieto’. Lo soy, porque soy incapaz de estar sin hacer nada”.

Björnulf B. Benatov, de Grupo Euroconsult

Obsesionado por la calidad en las obras, Benatov confiesa que su gran reto es que la empresa siga creciendo y conserve el mismo estilo independiente.“Desde que hace unos seis años un infarto estuvo a punto de jubilarme definitivamente, no he planificado cómo será mi primer día fuera de la empresa”, reconoce Björnulf B. Benatov, consejero delegado y fundador hace 40 años de Grupo Euroconsult, una empresa con más de 900 empleados –que el año pasado facturó 54 millones de euros–, especializada en asistencia técnica y calidad para grandes obras de ingeniería. Noruego de nacimiento, aunque afincado en España desde hace 43 años, Benatov ha participado como gran experto en las principales obras de autopistas y túneles que se han construido en nuestro país.

Amante de la velocidad (participa regularmente junto a su hijo en rallyes) confiesa, no obstante, que lleva tres años profesionalizando la compañía con la incorporación de un consejo de administración “muy potente, para que pueda tener una continuidad después de que yo no esté. Mi mayor motivación es ver que los profesionales que se están incorporando sean los adecuados y sigan con las mismas ideas que han hecho que esta empresa siga adelante. Me parece triste que grandes personajes del mundo de la empresa, de la universidad, etc., de repente se jubilen. ¿Y después qué? Siempre que se tenga la mente funcionando, lo mejor es seguir al pie del cañón”. Amante también de la lectura (tiene una biblioteca personal de unos 6.000 libros, de los que 1.700 son técnicos y 600 de arte), Benatov se ha marcado una primera etapa de retirada a los 75 años. “Ya le dicho a mi hijo que se haga a la idea de que en 2013 ya no voy a estar a las 8:30 en la oficina. Vendré a los consejos y estaré siempre a disposición de todos. También dependerá del estado de salud que tenga y de mi estado mental. Tengo mucho proyectos en mente y pienso que la vida es muy corta para todo lo que se puede hacer”.

Fernando Álvarez Lamelas, de Grupo Beroa

El mismo año en que fundó Beroa, Álvarez organizó su relevo: “Traje al primer directivo que me podría sustituir si me pasaba algo”. Curiosamente ya se jubiló en el año 2000 a los 65 años de edad en la empresa en la que se inició en el mundo de la ingeniería refractaria, pero la oportunidad de cumplir un viejo sueño le llevó a emprender su propio proyecto. “Empecé en 1965 cuando entré a trabajar en la que entonces era la empresa más grande del mundo del sector y por la que tengo un cariño profundo, la alemana Grupo Didier. Empecé como ingeniero y pronto pasé a ocupar la gerencia y, en 1972, me convertí en presidente ejecutivo de todas las empresas del grupo en España y Latinoamérica”, recuerda Álvarez.

En los años noventa, Didier fue vendida a un grupo austriaco y le ofrecieron comprar una sociedad que tenían en España y que siguiera trabajando con ellos. “Les dije que sí. Así que compaginé mi trabajo como directivo y como empresario”. Pero fue en 1997 cuando surgió la oportunidad de comprar la sociedad alemana Karrena, con la que llevaba trabajando muchos años, y que le dio la independencia definitiva. “Para ese fin creé la sociedad Beroa”, asegura.

Y ¿por qué lo hizo si tres años después cumplía 65 años y podía jubilarse? “Recuerdo que tenía un compañero alemán con el que trabajé durante años en España. De esos días en los que te reúnes después de comer, hablábamos de que si la empresa llegara a ser nuestra, la cantidad de cosas que se podrían hacer. En 1997 se presentó la oportunidad y la cogí. Era un sueño irrealizable. Cuando compré Karrena la facturación era de 100 millones de marcos (unos 50 millones de euros actuales) y este año pasado cerramos con 371 millones de euros. En diez años hemos multiplicado la sociedad del grupo, y con presencia mundial. O sea que lo que soñábamos se podía hacer”, recuerda con entusiasmo.

Álvarez, que se ocupa personalmente de mantener un contacto cordial con todos los socios del grupo, no siente agobio por el día en que tenga que dejar definitivamente su empresa: “Tengo tiempo para compaginar trabajo y aficiones (los viajes y la lectura histórica). Lógicamente, poco a poco iré dejando de hacer cosas, pero no he puesto fecha de caducidad, porque he tenido la suerte de planificar el relevo generacional con éxito”.

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